Se cumple hoy un año de las elecciones al Parlament del 12 de mayo del 2024, que marcaron el inicio de una nueva etapa política en Catalunya. Por primera vez, el PSC ganó entonces los comicios autonómicos tanto por número de votos (el 27,9%) como de escaños (42), al tiempo que el independentismo perdía la mayoría de que disponía en la Cámara catalana desde el 2015, y que se interrumpía también la mayoría nacionalista imperante allí desde cuarenta años atrás, cuando la Convergència i Unió encabezada por Jordi Pujol se hizo en 1984 con 72 escaños. El procés , que de hecho había acreditado ya la inviabilidad de la independencia siete años atrás, en el otoño del 2017, fue electoralmente clausurado el 12-M del año pasado.
Salvador Illa, el presidente que emergió de dichos comicios, llegó al Palau de la Generalitat con el ánimo de dejar atrás la estéril agitación política independentista y de reemplazarla, bajo el lema “Unir y servir”, por un clima de diálogo y progreso que paulatinamente permitiera a Catalunya recuperar su condición de locomotora económica. Hay que decir en favor de Illa que el clima político en Catalunya es desde hace un año más sosegado que en etapas anteriores, y que como presidente ha aportado un estilo de gobierno respetuoso y equilibrado. Ese es un mérito que cabe atribuir a su constante afán integrador. Si bien la sociedad catalana, fatigada por un procés en el que pesó más lo sentimental y lo simbólico que lo realista y lo pragmático, tuvo también su cuota en ese mérito.
Catalunya disfruta, pues, con el actual Govern de una mejor y menos enrarecida atmósfera política. Pero no debe detenerse ni dormirse en los laureles, porque todavía tiene por delante mucho camino que recorrer si aspira a conseguir resultados satisfactorios para todos los ciudadanos del cambio que se puso en marcha hace ahora un año.
El presidente Illa ha logrado mejorar el clima político en Catalunya
El president Illa defiende estos días la acción de su Ejecutivo, situando en el 27% el nivel de cumplimiento de las 217 medidas incluidas en los pactos que suscribió con ERC y Comuns para hacer posible su investidura (tras tres meses de negociaciones). Y es verdad que en las últimas semanas se ha producido el regreso a Catalunya de las sedes sociales de algunas de las principales empresas que la abandonaron en los días más turbulentos del proceso independentista, como son por ejemplo la Fundación La Caixa o el Banc Sabadell, expresión tangible y definitiva de la recuperación de la confianza de algunos de los grandes agentes económicos catalanes.
Pero no es menos cierto que, además de en lo tocante al clima político, es necesario mejorar en cuestiones más específicas. El Govern no ha podido aprobar unos presupuestos para el año en curso, por lo que recurre a suplementos de crédito. Servicios de carácter estructural como el de Rodalies siguen ocasionando problemas poco menos que cotidianos a sus pacientes usuarios. Y, pasado tan solo un año desde las elecciones, es pronto aún para afirmar que el Govern de Illa podrá alcanzar uno de sus objetivos más difíciles: la construcción de 50.000 nuevas viviendas protegidas para paliar el tremendo déficit existente en este sector.
A todo lo dicho hasta aquí cabe agregar que Illa se juega parte del éxito de la legislatura en el cumplimiento de su compromiso de obtener una financiación singular para Catalunya. Desde el Govern se indica que dicho acuerdo se concretará antes del 30 de junio, siguiendo el plan previsto. A partir de entonces, podría establecerse el calendario para el desarrollo del nuevo modelo de financiación y de las reformas legales que lo regulen. Ojalá suceda tal cosa. Entretanto, desde ERC se apremia al PSC, cuyos progresos le parecen tímidos y lentos. Lo que unos estiman como buena acción de gobierno, a otros les resulta insuficiente.
El logro, o no, de una financiación singular para nuestra comunidad marcará la legislatura
Añadiremos que el hecho de que los socialistas dirijan el Gobierno de España, el de Catalunya e incluso el de Barcelona sugiere una coyuntura favorable para sus intereses. Pero, a la vez, aumenta la presión sobre Illa, porque la dotación de no pocos de los cambios y mejoras que persigue depende de la contribución estatal, y porque si esa dotación no se materializara pronto, podría quedarse con pocos argumentos para defenderse. Ítem más: el mandato del PSOE en España puede prolongarse hasta el 2027, pero el del PSC en Catalunya puede llegar hasta el 2028, y si en ese lapso se diera un cambio de rumbo en la Moncloa, el horizonte del president no mejoraría. Illa necesita presentar resultados, cuanto antes mejor.