Venimos del sur y del norte

El éxito del Barça esta temporada tiene el mérito añadido de ser totalmente inesperado y fruto de la necesidad. Todas las historias de superación son irresistibles, pero si además se dan en poco tiempo y acompañadas de buen humor, juventud y simpatía, conectan con el cerebro reptiliano de cualquiera. Incluso los que no son muy aficionados al fútbol se han contagiado de la alegría con la que la plantilla del Barça, jóvenes y veteranos, encaran cada partido, celebran cada gol y superan los tropiezos.

Lamine Yamal comiéndose un chupa-chups

Lamine Yamal  un chupa-chups

Mané Espinosa, LV

En los manuales de liderazgo deberá dedicarse a partir de ahora un capítulo para Hansi Flick. Este alemán flemático, desconocedor de los idiomas locales (aparentemente) e inmune (también aparentemente) al griterío habitual en medios, tertulias, redes y podcasts ha sabido explotar todas las ventajas de la plantilla que le dieron sin posibilidades de ampliación y ha sacado petróleo del vestuario. Pero esto no hubiera sido posible sin un trabajo mucho más importante que el estrictamente técnico: dotar a los jugadores de una identidad, una autoestima, un sentimiento de pertenencia y de resiliencia ante los fracasos y las críticas.

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Estamos en un momento histórico en el que muchos dirigentes quieren empujar a la sociedad en dirección totalmente contraria a este tipo de liderazgo. Individualidad ante proyecto colectivo. Miedo y rabia ante el espíritu de superación y la resiliencia. Desprecio al que no sea exactamente como tú, cierre en banda a la diferencia ante la bienvenida a todas las particularidades que han enriquecido y enriquecen un vestuario. O un país.

El Barça nos dará muchas alegrías, pero quizá la labor más importante que realizará es transmitir a la sociedad, sobre todo a los más jóvenes, a los más desamparados ante discursos de odio y noticias falsas, una imagen de unidad en la diversidad, de esfuerzo y compañerismo, de superación ante la adversidad sin dejar a nadie atrás. Y cerrar la boca a los que no reconocen a la selección española porque hay diversos colores de piel o los que tildan de woke cualquier cosa que les rompe la postal idílica de una sociedad que nunca ha sido tan pura como sueñan. Un auténtico servicio público.

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