El blanqueo de China

Caminar con las manos y manejar los cubiertos con los pies. Cosas igual de peregrinas se oyen en foros de relumbrón, como las últimas jornadas del Cercle d’Economia. Acudió a la cita el director del Centre on Contemporary China and the World de la Universidad de Hong Kong, el profesor Li Cheng. Y ahora ya sabemos, tras escucharlo atentamente, que la lavadora es para la cubertería y que el lugar de la ropa sucia es el lavaplatos.

Dijo el brillante académico que los EE.UU son un país enfermo por la política partidista, la desigualdad, las tensiones raciales y la guerra cultural en asuntos como la igualdad de género, los derechos homosexuales, el control de armas y otras cuestiones. Tras blasmar a los norteamericanos se explayó con las bondades de China. Un país sano, fiable para los europeos en lo económico y sin ningún interés en interferir en nuestros asuntos internos. Una perita en dulce.

Nadie, en EEUU o Europa, puede creer que su dignidad estaría más a salvo en esas latitudes

El lector ya se ha dado cuenta de que nada difiere en ese discurso de lo que vienen explicándonos los lobistas europeos que trabajan a favor de los intereses chinos, ya sea el expresidente español, José Luís Rodríguez Zapatero, o cualquier otro de los muchos que andan repartidos por todos los sectores económicos, como se ha visto claramente con el reciente escándalo de corrupción en la UE protagonizado por Huawei. Llegados a este punto quizás convenga recordarnos algunas obviedades. Puede que EE.UU esté enfermo, cierto. Pero todavía hoy sus académicos pueden pasearse por el mundo diciendo, si así lo piensan, que Donald Trump es un idiota peligroso. El conflicto entre las universidades y el gobierno estadounidense nace del intento trumpista de interferir en sus decisiones. En China ese problema, como tantos otros, es inexistente. Básicamente porqué su gobierno controla toda actividad social, como es normal en un régimen dictatorial. Por decirlo a las claras, si el profesor Li Cheng quiere seguir en su puesto, sabe perfectamente a quién no puede contradecir ni ofender.

Las palabras en Barcelona de Li Cheng son una anécdota pero que cabe elevar a categoría. A fin de cuentas no son más que el discurso que empuja el régimen chino a través de los altavoces de su persistente, eficaz y bien retribuido soft power . El objetivo es sacar ventaja de la comprensible animadversión que genera la coyuntura trumpista redoblando los esfuerzos por blanquear en todos los frentes al gigante asiático. Ablandar las reticencias que la UE mantiene todavía en pie respecto al nivel de colaboración que conviene mantener con el régimen de Xi Jinping.

Tennis - Italian Open - Foro Italico, Rome, Italy - May 14, 2025 A fan holds up the flag of China in the stands during the quarter final match between China's Qinwen Zheng and Belarus' Aryna Sabalenka REUTERS/Aleksandra Szmigiel
Aleksandra Szmigiel / Reuters

Bajo ese prisma propagandístico China es un país sanísimo, un paraíso. No tiene problemas de armas como en EEUU, sólo que su gobierno se reserva el derecho a hacer con la vida de sus ciudadanos lo que le plazca. La política se hace con serenidad y sin estridencias, pues ahí están las virtudes de una dictadura de partido único. ¿Conflicto con las minorías? ¡El edén en la tierra! Como acreditan los pobres uigures. ¿Diversidad sexual, derechos de la mujer y respeto al colectivo LGTBI? Nadie, en EEUU o Europa, puede creer que su dignidad estaría más a salvo en esas latitudes.

Todo, absolutamente todo es estupendo en China. No hay más que leer sus periódicos y ver sus televisiones. Claro que todos sus medios de comunicación, incluidas las redes sociales, están censuradas, pues la libertad de expresión no se considera un derecho fundamental. Todo ello cosillas, pequeñeces sin importancia, que sin duda se les olvidan a los entusiastas influencers que esponsorizados por el régimen chino y su sector empresarial sólo atinan a ver poesía en ese país.

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Y sobre la inexistente voluntad de interferir en asuntos europeos habrá que recordar a ciegos y desmemoriados que China es el principal aliado de Putin, su salvavidas más generoso en lo militar y económico. ¿No es influir en nuestra política doméstica apuntalar en el mundo al hombre que ha hecho saltar desde el Kremlin las prioridades políticas de la UE?

La experiencia nos dice que sólo puede decepcionarte aquel del que esperas alguna cosa. La desazón de la UE ante los EE.UU de Trump es comprensible, dado que los tenemos por aliados. Pero de ahí a que esa decepción nos obligue a tragarnos sin pestañear cualquier cuento chino media un abismo. Por muchos señores Cheng o Rodríguez que pretendan vendernos la moto.

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