El presidente francés, Emmanuel Macron, es un poco tocón. En sus encuentros con otros mandatarios internacionales es muy común verle cogiendo del brazo a su interlocutor, poniendo amigablemente la mano sobre su hombro o su espalda y dando efusivos apretones a dos manos. No a todo el mundo le gustan, sin embargo, estas familiaridades. A la excanciller alemana Angela Merkel, por ejemplo, la incomodaban.
Al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no pareció agradarle especialmente el saludo de Macron el pasado viernes en la reunión que la Comunidad Política Europea celebró en la capital de Albania, Tirana. Con rostro serio –las relaciones políticas entre ambos no pasan por su mejor momento–, el presidente turco aprovechó el juego de manos para retener durante una decena de interminables segundos dos dedos del presidente francés.
El inusual gesto de Erdogan, muy comentado en las redes sociales, ha sido interpretado en Turquía como un signo de superioridad, y en Francia, como una humillación.