Desde el respeto y la admiración hacia el pueblo judío, no puedo estar de acuerdo con la masacre que el Gobierno de Netanyahu está perpetrando en Gaza. Por razones humanitarias y de proporcionalidad. Estimo que no es un genocidio, que implica la voluntad de aniquilar a todo un pueblo o a todo un grupo étnico. Pero sí es una matanza de decenas de miles de palestinos con la consiguiente destrucción de casas, edificios públicos y todo lo que se tenía en pie, que deja una imagen de desolación inaceptable para cualquier espíritu sensible.

Es una guerra que no guarda proporcionalidad. La reacción de Netanyahu a los mil doscientos israelíes asesinados el 7 de octubre del 2023 por Hamas no puede ser el desplazamiento de cientos de miles de gazatíes ni la restricción de alimentos ni la muerte de tantos miles de personas que no tienen refugio ni posibilidad de escapar a los ataques israelíes.
Pido prestado el argumentario a tres judíos conocidos. El ex primer ministro Edhud Olmert ha dicho que lo que hace Netanyahu en Gaza está muy cerca de un crimen de guerra.
Las matanzas desproporcionadas en Gaza aíslan moral y políticamente a Israel
El crítico George Steiner, profundamente judío y herido por la Shoah perpetrada por el nazismo, veía la esencia de su pueblo en el “exilio, el debate, la disidencia, el lenguaje y la memoria, no en la posesión de una tierra o un ejército”. Criticaba cualquier tendencia a justificar la violencia o la injusticia en nombre del sufrimiento histórico de los hebreos.
Un pueblo que ha padecido tanto desde hace tantos siglos no puede practicar la violencia masiva hacia otro pueblo distinto. Tampoco puede utilizar el Holocausto como escudo moral para acciones que serían condenables en cualquier Estado.
La filósofa Hannah Arendt, judía alemana, temía que Israel, al definirse exclusivamente como Estado judío, corría el riesgo de reproducir las lógicas de exclusión que los judíos habían sufrido en Europa. Cubrió para The New Yorker el juicio al nazi Adolf Eichmann en Jerusalén en 1961, donde acuñó el conocido concepto de la banalidad del mal. Temía que un Estado judío construido sobre una base étnica condujera a un conflicto perpetuo con los árabes y a un aislamiento moral del judaísmo.
Netanyahu puede ganar la guerra, pero no obtendrá la paz si no pacta con los que también han vivido en aquellas tierras durante siglos.