El 25 de abril, tres días antes del gran apagón, se conmemoraba en Portugal el 51.º aniversario del advenimiento de la democracia, que tan importante fue para nuestros vecinos y, en cierto modo, también para nosotros, en especial para los jóvenes de entonces.
Lo que sucedió en Portugal en la primavera de 1974 nos llenó de esperanzas de un cambio, que, al igual que habían conseguido los portugueses de manera pacífica, por más que estuviera liderado por los militares, podríamos conseguir aquí. E incluso muchos viajamos a Portugal para saborear el aire de libertad recién conquistada y nos paseamos por la bella Lisboa, más bella que nunca, liberada por fin de las zarpas de la dictadura.

El golpe contra Salazar sería llamado revolução dos cravos, revolución de los claveles. Un nombre apropiado para una revolución en la que la gente ponía claveles en los cañones de los fusiles de los soldados. Las fotografías con claveles, en vez de balas, armas convertidas en búcaros, flores, belleza, en vez de destrucción, dieron la vuelta al mundo y todavía muchas pueden verse en internet.
Cabe señalar la importancia que tuvo la radio en el triunfo de la revolución, puesto que sirvió de santo y seña para derrotar la dictadura, al emitir la canción de José Alfonso, Zeca, Grândola, vila morena . Fue Rádio Renascença a las 0.20 del día 25 de abril de 1974 la que dio la señal acordada para que el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), en todo el territorio, comenzara el levantamiento.
También la radio resultó fundamental el día que nos quedamos sin electricidad, el 28 de abril. La radio nos fue dando información de lo que iba ocurriendo. Para muchos el único nexo con el exterior eran las noticias que emitían las distintas emisoras, accesibles, pese a la carencia de la red eléctrica, si uno tenía al alcance un pequeño transistor de esos que van con pilas. Tanto es así que se formaron corrillos en las calles junto a personas que levantaban en la mano, enarbolándolo, como si de una bandera se tratara, un pequeño transistor, al máximo de volumen, para poder compartir con el mayor número posible de personas, hambrientas de noticias, cuanto contaban desde los estudios.
El día del apagón se formaron corrillos en las calles junto a personas que compartían un transistor
En otros lugares, en los bares a oscuras, se compartía con los clientes las radios traídas de la trastienda. Servir noticias era más necesario que servir bocatas, aunque en algunos lugares se intentaran las dos cosas, fiando al personal, que no llevaba otro dinero que el de plástico, con el que era inútil intentar pagar.
La radio, sí, la radio con pilas, se convirtió en un bien de primera necesidad y, como ocurre en ocasiones tales, los almacenes y los bazares en los que se vendían transistores doblaron o triplicaron los precios –algo no demasiado ético, por cierto– y en muchas tiendas se agotaron.
Según un estudio realizado por Appinio para Atresmedia, un 71% de los encuestados reveló haber estado pendiente de las noticias de la radio el día 28, frente a un 40% que lo hace habitualmente. Además, el 67% escuchó la radio duran-te más de una hora, cuando en condiciones normales, lo hace un 53%. El 93% valoró positivamente la utilidad de la radio durante el apagón y el 89% la consideró el medio más importante del día, muy por encima de otros canales.
Me gusta comprobar que una encuesta seria afianza mis creencias. Yo soy una gran fan de la radio. Las primeras noticias del día me llegan gracias a las ondas. Salto de una emisora a otra, sin descartar ninguna, para saber cómo interpretan la actualidad y así poder contrastarla. Solamente después escucho con los ojos lo que dice la prensa. Confieso, pues, que mis mañanas tienen mucho que ver con la radio, pero también mis noches, especialmente aquellas en que el insomnio se hace más persistente y con él acuden los fantasmas, la radio se convierte en la mejor compañía.
Debemos mucho a la radio y a quienes la hacen. Hoy quizá, frente a la televisión, su hermana más joven y en apariencia más glamurosa, y frente a las redes, no goza del prestigio que merece, aunque sea capaz de recuperarlo en un instante, como ocurrió ese 28 de abril. Un prestigio que cabe tener muy presente. ¡Viva la radio!