¿Solución al problema de Israel-Palestina?

LA COMEDIA HUMANA

Si quieren una frase que enmarca los ridículos tiempos en los que vivimos, aplicable a medio mundo o más, quédense con esta de uno de los cerebros políticos más agudos del siglo XX, la alemana Hannah Arendt. Aquí va:

“El sujeto ideal del dominio totalitario no es el nazi convencido ni el comunista convencido, sino las personas para quienes la distinción entre hecho y ficción, y la distinción entre lo verdadero y lo falso ya no existen”.

Si Arendt emergiese de la tumba hoy y aterrizase en Estados Unidos, país al que se mudó desde Alemania en 1941, pensaría que alguien le había metido los sesos en una batidora. O al menos así es como me siento yo muchos días observando el mundo al revés sobre el que reina Donald Trump, y nunca con más sensación de delirio que la semana pasada cuando recibió en la Casa Blanca al presidente negro de Sudáfrica y lo acusó de “genocidio blanco” (el genocidio contra blancos siendo, claro, el peor de los genocidios).

LA COMÈDIA HUMANA

  

Oriol Malet

Ya saben. Unos días antes una delegación del Departamento de Estado había dado la bienvenida en el aeropuerto internacional de Washington a 59 sudafricanos blancos que habían llegado como “refugiados” de la supuesta persecución racista en su tierra, igual, pero con menos pompa, que cuando la judía Arendt llegó a Nueva York huyendo de la persecución nazi.

Escribo estas líneas y me mareo. Literalmente. A ver… bueno, no. No lo voy a explicar. Infórmense ustedes de la grotesca inversión de la realidad que este disparate representa. Me limitaré a decir lo siguiente: apuesto lo que quieran que al menos la mitad de los supuestos refugiados caerán en una profunda depresión en Estados Unidos, pedirán perdón al Gobierno sudafricano y le rogarán que les permita volver a su tierra natal. Entre otras cosas, ¿quién les lavará la ropa y limpiará la casa y les hará el desayuno y la cena y les cuidará a los niños todos los días del año? Nadie. En Sudáfrica tenían empleadas negras que dormían en diminutos cuartos en sus hogares y se encargaban de todo esto y más. En Estados Unidos vivirán infinitamente peor, pobres imbéciles.

Lo tremendo es que habrá decenas de millones de los fieles de la Iglesia MAGA­ que se creerán la basura de que los blancos sudafricanos –el 7% de la población y dueños de la mitad de la tierra de su país– son víctimas de un programa sistemático de exterminio. Entre los “sujetos” a los que se refiere Arendt que ya no saben distinguir entre la verdad y la mentira está un hombre que representa el polo opuesto a la alemana en cuanto a integridad, inteligencia, seriedad, todo.

Trump recibió en la Casa Blanca al presidente negro de Sudáfrica y lo acusó de “genocidio blanco”

Periodista por excelencia para nuestros tiempos, Tucker Carlson, perrito faldero de Trump, afirmó en un reciente podcast que el racismo del Gobierno de Sudáfrica contra los blancos hoy es “mucho peor de lo que fue el apartheid contra los negros”. Para entender la demencia que esto representa, fíjense en que en tiempos del apartheid la mayoría negra no podía votar y que en la delegación que el presidente sudafricano llevó esta semana al despacho oval hubo tres blancos de la tribu afrikáner, la que inventó e impuso el apartheid. Uno de ellos era un ministro del actual Gobierno; otro era un multimillonario; el tercero era un mundialmente celebrado jugador de golf.

Ahí estaban sentados al lado de Trump, apoyando a su presidente negro, Cyril Ramaphosa, mientras Trump declaraba con absoluta convicción que los tres eran víctimas de un genocidio llevado a cabo por el mismo Ramaphosa, su buen amigo.

Hay pocas palabras de las que se ha abusado más en los últimos tiempos que genocidio , pero esto fue poner el listón más bajo que nunca. Si aplicásemos la lógica del régimen de Trump con Sudáfrica a otros lugares, ¿cuántos más blancos (por supuesto que blancos) entrarían en la definición de refugiados?

¿Por qué no ofrece Trump a los israelíes el mismo estatus de refugiados que a los sudafricanos blancos?

Aquí en España se me ocurren algunos. ¿Independentistas catalanes, empezando por Carles Puigdemont? ¿Barceloneses que viven en terror por los turistas? ¿Devotos de Vox temerosos de los inmigrantes? ¿Hinchas del Real Madrid que se sienten víctimas de los árbitros de la Federación Española de Fútbol?

Hablando un poco menos en broma, ¿qué tal si aquí tenemos la solución al eterno problema de Israel-Palestina? Primero, existe allá persecución de verdad. Segundo, lo que está ocurriendo es lo más cercano a un genocidio real desde Ruanda en 1994. Tercero, es de los casos que más se aproximan al nazismo desde 1945. Cuarto, Tucker Carlson no estará de acuerdo, pero en este caso sí es verdad que el apartheid que se impone contra los palestinos es “mucho peor de lo que fue el apartheid contra los negros” en Sudáfrica. Mucho más cruel, mucho más indigno y mucho más salvaje. Por ejemplo, la vida de un preso político en tiempos de Mandela era como la de un turista en un resort mediterráneo (tipo como con el que sueña Trump en Gaza) comparada con la de un preso político palestino hoy.

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Entonces, una de dos. O que Trump les ofrezca estatus de refugiados a todos los palestinos o a todos los israelíes. Obviamente no elegiría a los palestinos porque no son lo que llamamos blancos. Los israelíes sí lo son. Y se sienten más víctimas que cualquiera, o así justifican sus repetidas barbaries. Por tanto, aquí va la solución: que los israelíes reconozcan por fin el error histórico que fue crear un Estado allá en esa maldita Tierra Santa que eligieron como refugio de futuras persecuciones, y que acepten la infinitamente mejor opción que les podría ofrecer Trump de irse a vivir a Estados Unidos, dejando a los palestinos que se las arreglen en paz entre sí, si pueden.

La gran Hannah Arendt no simpatizaba con la creación de Israel. Dijo en los años sesenta en una entrevista para la televisión alemana que se lamentaba de que al haberlo hecho el pueblo judío había perdido parte de su “encanto”. Me gustó la frase cuando la oí de su boca en YouTube. La mitad de los amigos que he coleccionado en países como Argentina, Sudáfrica, Estados Unidos o Inglaterra son judíos. Hay algo romántico, audaz y aventurero en cómo se han repartido por el mundo, algo atractivo en el sentido del humor y la agudeza mental que suelen exhibir. Yo, al menos, entiendo aquello de su “encanto”... nada, nada, nada más lejos de lo que vemos hoy en el Estado de Israel.

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