Jaume Collboni (PSC) cruzará pasado mañana, miércoles, el ecuador de su mandato como alcalde de Barcelona. Lo hará al frente de la más exigua minoría de gobierno municipal, apoyado tan solo por sus diez concejales, una cuarta parte del total de 41 del Consistorio. Aunque el respaldo de BComú le permitió hace dos años empuñar la vara de mando, desbancando al candidato más votado, Xavier Trias, cabeza de lista de TriasxBCN, el edil socialista ha recurrido desde entonces a alianzas ocasionales, a la geometría variable, para llevar adelante su acción de gobierno. Pero no ha conseguido aprobar presupuestos, ni le será fácil hacerlo en lo que le resta de mandato, para el que baraja mociones de confianza y prórrogas de las cuentas.
En la entrevista que ayer publicó La Vanguardia , Collboni reivindica su labor de gobierno y destaca los avances en limpieza y seguridad, dos capítulos en los que ha puesto énfasis durante sus dos primeros años como alcalde. Es cierto que en lo tocante a limpieza Barcelona ha progresado. Y datos recientes como la reducción del 16% de los delitos en Ciutat Vella durante el primer cuatrimestre del presente año indican que también en este orden hay avances.
Pero está claro que en el ámbito de la limpieza el alcalde puede movilizar recursos y dispone de capacidad ejecutiva, mientras que en el de la seguridad los esfuerzos municipales no bastan. Entre otras razones porque el fenómeno de la reincidencia persiste, del mismo modo que persiste la escasez de jueces y de juzgados, de corrección no inmediata.
Ha habido mejoras en limpieza y seguridad, pero el déficit de vivienda sigue siendo alto
No le resultará más sencillo al alcalde reducir la dificultad de acceso a la vivienda, considerada en los sondeos del CIS desde diciembre del año pasado como la principal preocupación de los españoles. Collboni afirmaba en la entrevista que espera alcanzar un ritmo de producción de mil pisos protegidos al año. Ojalá lo consiga. Pero es un hecho que la promoción privada de vivienda entró en fase de letargo cuando la alcaldesa Colau promulgó la normativa que obligaba a reservar el 30% de los nuevos pisos a usos sociales. Para revertir esta situación es imprescindible establecer nuevas alianzas entre el sector público y el privado. Para lo cual sería conveniente moderar los reproches a la promoción privada.
Desencallar este asunto debe ser una prioridad y es el alcalde quien debe tomar la iniciativa y facilitar un pacto sin más demora. En este sentido, Junts ha ofrecido un acuerdo para reformar esta norma a cambio de una rebaja del IBI. Los socialistas que solo aceptarían esta propuesta si se aumenta la presión fiscal sobre el turismo, deberían tomarse en serio esta oferta y negociar una modificación que desbloquee el mercado de la vivienda.
En Barcelona, que se acerca a la saturación turística, la idea de gravar a nuestros visitantes no es descabellada. Pero la búsqueda de una solución equilibrada parece lo más aconsejable. No hay otros sectores que, como el turismo, aporten alrededor del 12% al PIB de la ciudad. Y ya se ha registrado cierta desaceleración, que va en la buena dirección –menos turistas, más ingresos–, pero que debe pilotarse con mucha delicadeza, para no causar una retracción lesiva, y que debe desarrollarse en paralelo al fomento de otros sectores, desde la biomedicina hasta las nuevas tecnologías, para que vayan ganando terreno en la generación del PIB ciudadano. Coincidimos con el alcalde cuando dice que Barcelona quiere ser una ciudad con turistas, no una ciudad turística. Pero en pos de este objetivo no cabe cometer errores de cálculo.
El alcalde debería dedicar mayor esfuerzo a tejer complicidades con varios colectivos ciudadanos
Hay otros dos asuntos merecedores de comentario: el de las obras públicas y el de la circulación rodada. Collboni dijo que intentaría acometer obras –otro capítulo en el que tiene margen de maniobra y puede presentar resultados a final de mandato– sin estresar la ciudad. En ese aspecto, no ha cumplido. Barcelona está ahora, literalmente, patas arriba, con la circulación muy afectada. No discutimos la pertinencia de cada una de las obras, pero sí su simultaneidad. Lo que nos lleva al tema de la circulación, y a decir que el coche no puede ser expulsado cuando aún no están operativas, o dejan mucho que desear, todas las alternativas de transporte público necesarias.
En su interés, y sobre todo en el de Barcelona, Collboni debería dedicar más esfuerzos a tejer complicidades con diversos colectivos ciudadanos, desde el vecinal hasta el turístico, desde el científico hasta el hotelero o el comercial, entre otros decisivos para la buena marcha de la ciudad. Acaso encuentre en ellos más voluntad de consenso y apoyos que en una escena política fragmentada, donde las diferencias se agudizarán según nos acerquemos a las municipales del 2027.