La Barcelona School of Economics acaba de celebrar la reunión trienal de su Consejo Científico Internacional. Contamos con miembros de Estados Unidos (12), Europa (4) y China (1). De EE.UU. venían de las universidades de Harvard, Yale, Princeton, Minnesota y Stanford. También de Google. La mitad, tomemos nota, no nacidos en EE.UU . En la reunión irrumpió Trump por poner en cuestión los visados de los alumnos internacionales de Harvard. En momentos informales se habló con mucha preocupación de lo que eso puede significar para los damnificados y para EE.UU . En este artículo reflexiono sobre el tema en el espíritu de aprovechar las oportunidades que las políticas de Trump nos ofrecen. Como en su mente todo lo que gane el mundo lo pierde EE.UU. , hacer eso es también una forma de ponerle en evidencia y de ayudar a la resistencia interna.
Europa, España y Catalunya (programa Talent Bridge) han reaccionado a la hostilidad de Trump hacia el mundo académico e investigador con programas, temporales y en modo de emergencia, de atracción y acogida de talento. Son importantes como señalización de nuestra posición. Esperamos que también sean efectivos, aunque no hay que subestimar las dificultades de un profesor consolidado en EE.UU. para moverse a Europa con programas temporales.

Lo más importante ahora es darse cuenta de que hay, para los investigadores del mundo, un cambio de efectos permanentes en el lustre de nuestro competidor principal. De esto resulta que nuestras instituciones ganan competitividad y, por lo tanto, que tiene mucho sentido reforzar su capacidad estructural de atraer y retener talento. El informe Draghi ya nos dio pistas, antes de Trump, de cómo hacerlo.
La ruptura de la seguridad jurídica de los visados de entrada para estudiantes abre ahora otra puerta de par en par. Esta vez con la posibilidad de resultados a corto plazo: los alumnos jóvenes son más móviles que los investigadores consolidados. La posibilidad de hacer de la UE una gran plataforma de formación para los estudiantes del mundo es un regalo de Trump que se tendría que convertir en una prioridad de la política de la UE y de cada Estado miembro.
La UE debe ser una gran plataforma de formación para los estudiantes del mundo y debe ser en inglés
Para el desarrollo de esta plataforma hay algunas condiciones necesarias. Una que hoy no trataré es la de disponer de modelos sostenibles desde el punto de vista económico. Otra es aceptar la evidencia de que la plataforma debe tener por lengua vehicular el inglés. El alumno chino a quien se le cierran las puertas de EE.UU. escogerá Australia, Nueva Zelanda u otras opciones antes que la UE si no se lo ofrecemos en inglés. Y lo mismo para muchos otros orígenes, incluido EE.UU.
Al margen de la política de Trump, hace tiempo que hay voces autorizadas que nos dicen que, si hay una oferta docente en inglés consistente, estudiar en Europa puede ser muy atractivo para alumnos norteamericanos y sus familias: la calidad y el coste juegan a favor. Creo que, paradójicamente, el Brexit favorece este proyecto. Habrá menos reservas al inglés como lengua franca en la UE ahora que no es la lengua de ninguno de los grandes estados (lo es de uno pequeño: Irlanda, pero ya se ha visto que la UE puede sobrevivir a las ventajas que Irlanda tiene y sabe utilizar). Hay que añadir que no tiene que ser difícil garantizar que el canal central de la educación universitaria de cada Estado esté en sus lenguas propias. Es importante y solo hay que diseñarlo bien.
Otra condición necesaria es que no se extienda también en este tema el virus de la prevención a la inmigración. Podría argumentar que hacer de Europa una gran plataforma de formación internacional no tiene nada que ver con la inmigración, pues la formación es una actividad económica más y que haber formado a directivos y técnicos dispersos por el mundo crea unas redes de conocimiento que repercuten muy favorablemente sobre la propia economía. Así ha sido en EE.UU.
Pero voy más allá, como así ha sido históricamente en EE.UU.: la plataforma es también un mecanismo idóneo para fomentar la inmigración cualificada en la UE. En un continente donde mueren más ciudadanos que nacen, alguien del mundo que se forme y titule en una universidad europea tiene que ser bienvenido. Añádase: tanto si se va como si se queda.