Los veterinarios se suicidan. Tienen un riesgo de suicidio cuatro veces mayor que otro profesional. El 70% conoce a un compañero de profesión que ha acabado con su vida. La situación se repite en Estados Unidos, Europa, España y, en concreto, Mallorca. Las depresiones y los problemas de salud mental surgen a menudo ya en las aulas universitarias, donde los estudiantes se enfrentan al sufrimiento de los animales, a los dilemas éticos ante casos como las eutanasias o las experimentaciones, a la impotencia ante determinados diagnósticos clínicos.
Los veterinarios se sienten solos en su profesión, presionados por el entorno social, influidos por las familias que consideran a sus mascotas como miembros de la familia. Practicar con reiterada frecuencia la eutanasia implica una presión psicológica importante. Es duro tener que comunicar la noticia a los propietarios de las mascotas y acompañarles en su dolor. Los veterinarios estudian la carrera para salvar animales. No para ayudarles a morir.
Practicar con reiterada frecuencia la eutanasia implica una gran presión psicológica
Vivimos en una sociedad que cada vez difumina más el límite que separa lo humano de lo animal. En nuestro mundo, las mascotas son tratadas a menudo como personas. A medida que las relaciones interpersonales se hacen más complicadas y más virtuales, muchos buscan refugio, calidez y afecto en sus mascotas. La pérdida puede vivirse como una tragedia.
Cuando yo era niña, la gente del campo cuidaba a sus animales. Sabían que el sustento de la familia dependía en gran parte de ellos. Sin embargo, no había una dependencia emocional. Cuando moría un perro, se manifestaba cierto pesar, si era un animal noble. Estaba clara la diferencia entre un ser humano y un animal. Era impensable que las personas durmiesen con sus animales, que les hiciesen mimos, o les dejasen ocupar el mejor lugar de la casa.
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Los veterinarios forman parte de ese grupo de sanitarios que tienen acceso a medicamentos que les facilitan el suicidio. Si arrastran un cansancio enorme por convivir con el dolor, si no son capaces de marcar límites, si no soportan la vulnerabilidad de la vida… el cóctel está servido.