En estos días de selectividad parece que quien se examina también es ChatGPT, dado el uso que hacen de él los estudiantes. Y muchos se sorprenden y lamentan. Pues sí, nada es lo mismo que antes. Pero eso es lo normal y no necesariamente peor. Para los solo analógicos
–pocos deben de quedar ya, hasta mi madre usa Alexa–, recuerden que cuando se popularizaron las calculadoras a pilas, muchos vaticinaron que las matemáticas estaban acabadas. No ha sido así, e incluso los matemáticos son muy solicitados laboralmente. La sociedad evoluciona. Los cambios causan incertidumbre, pero no debe dominar el tremendismo. Las personas, en general, se adaptan y progresan.

Un prototipo de robot asistente que usa IA en una feria en mayo en Malasia
Sí, la tecnología es omnipresente. Todo es digital y ahora también, inteligencia artificial. Hay que asumirlo. Algunos estudios (de Ipsos para Google 2024, Informe de la Universidad de Stanford, EY AI Sentiment Index) señalan, aunque se han hecho en un número limitado de países, que entre el 48% y el 82% de la población ha recurrido ya a la IA, el 78% de los negocios y hasta un 92% de los estudiantes. Un 68% de los usuarios se declaran cómodos con ella (aunque tiene muchos más adeptos en China e India que en Occidente). Como muestra de su expansión, solo durante el 2023, la administración de EE.UU. aprobó 223 dispositivos médicos que usan IA.
¿Para qué usan los estudiantes ChatGPT? ¿para que lo usan otras muchas personas, cada vez más?
Un artículo publicado en Harvard Business Review en abril indica que los principales usos de la IA son como acompañamiento y terapia, para organizarse la vida, para buscar información, para aprender, para generar ideas, por divertimento... Para qué usan los estudiantes ChatGPT y otras IA, por ejemplo, pues para cálculos complejos, para resúmenes, para consultar datos sin perder horas rebuscando, para ayudarles a comprender conceptos... Sus conocimientos, su capacidad de análisis, de decisión, su creatividad, no tienen porque verse mermadas.
Es cierto que las pantallas nos ocupan muchas horas, lo que obliga al usuario, a las familias en caso de menores, a esforzarse para garantizar una mayor diversidad de actividades. Pero ni se puede pretender que los niños crezcan ajenos a las pantallas, pues sería como aislarlos del mundo actual y del futuro, ni podemos engañarnos diciendo que ese tiempo antes lo dedicábamos a leer a Kierkegaard.
Lo peor de la tecnología, para lo que se deben disponer regulaciones y medidas, son los problemas de seguridad (suplantación de identidad, invasión de intimidad...) y, sobre todo, que otorga un enorme poder a un puñado de empresarios que, como se ha visto con Elon Musk, pueden hacer y deshacer con la mayor facilidad.