La mala educación

Dos noticias de la semana pasada, el choque fratricida entre Trump y Musk y el desprecio de Ayuso a las lenguas españolas que no son la suya, convergen, a pesar de la distancia, en un hecho cultural nuevo, insólito, curiosísimo: las derechas, que antes se identificaban con el orden, la formalidad y la buena educación, ahora son exponente de la estridencia, el desmadre y la mala educación.

Antes, los derechistas propugnaban el sentido común y creían (o fingían) ser prudentes y sensatos. Idealizaban la elegancia, valoraban el buen tono, escondían las vergüenzas bajo la alfombra y utilizaban un lenguaje eufemístico y declamatorio. Los lenguaraces, informales y descamisados eran de izquierdas, mientras que los encorbatados, biempensantes y formales eran de derechas.

FILE - Elon Musk holds up a chainsaw he received from Argentina's President Javier Milei, right, as they arrive to speak at the Conservative Political Action Conference, CPAC, at the Gaylord National Resort & Convention Center, Feb. 20, 2025, in Oxon Hill, Md. (AP Photo/Jose Luis Magana, File)

Elon Musk con una motosierra, junto a Javier Milei, en una convención en febrero en EE.UU. 

Jose Luis Magana / Ap

En el parisino mayo de 1968, con su “prohibido prohibir”, la joven izquierda europea se alzó en tromba contra los formalismos burgueses de la vieja Europa. Sin embargo, si en aquel entonces, las izquierdas eran rupturistas, informales, anarcoides y provocativas, ahora la provocación la encarnan tipos como Milei, que comparece en las reuniones internacionales armado con una sierra mecánica.

Peinado como una estrella de rock, acompañado de guitarras eléctricas, gritando como un energúmeno, asociado a los aventureros del bitcoin, Milei se ha hecho famoso en todo el mundo. Subvierte las formas políticas y las convenciones. Destruye el sistema desde dentro. Si Durruti y Bakunin resucitaran no podrían creerlo: ¡los anarquistas de hoy son de derecha extrema!

A Durruti y Bakunin les explotaría la cabeza: ¡ahora los anarquistas son de derecha extrema!

Los políticos más agresivos son ahora de derecha, mientras que los de izquierda son (o aparentan ser) formales, juiciosos y prudentes. ¿Quién apela al orden? ¿Quién se esfuerza en recoser los desgarros de 20 años de errores de los gobiernos de Madrid y Catalunya que desembocaron en el procés ? ¿Quién apela al seny catalán? Salvador Illa. ¿Quién fomenta el desorden, excita a las masas de Madrid contra las de Catalunya y viceversa? ¿Quién confunde la política con un atasco de tráfico y, saltándose los semáforos, aprieta el claxon sin parar mientras hace signos obscenos a los demás conductores? Isabel Díaz Ayuso.

Existe una izquierda identitaria, neocomunista y mistérica, sí, pero, en general, las personalidades de izquierda que destacan son pulcros y encorbatados. Conservadores. En cambio, para destacar hoy en día en el ámbito de la derecha es necesario ser hiperbólico, grosero y fanfarrón.

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No sabemos si el régimen chino, comunista en teoría y, de facto, turbocapitalista, es de derechas o de izquierdas, pero es inimaginable que Xi Jinping pronunciara tan sólo una de las delirantes astracanadas que Trump nos regala cada día. Desde el despacho oval de la primera potencia mundial, se refiere a la tragedia de Gaza, que encoge los corazones más duros, como si se tratara de una oportunidad inmobiliaria. Proclama sin tapujos que aspira a conquistar territorios vecinos. Ha creado un desbarajuste económico mundial con los aranceles que hoy anuncia, mañana enfría y pasado mañana replantea.

La severidad de los líderes chinos contrasta con la voracidad mediática y las peleas de patio de escuela de Trump y Musk: uno tiene acceso al botón nuclear, el otro posee la mayor red de satélites del mundo, eran obscenamente amigos, ahora son obscenamente enemigos. ¿Juegan? ¿Son niños? ¿Hacen política o compiten en un reality ? Era previsible su batalla de egos, pero maravilla que se jueguen a los dados la primacía de EE.UU. en el espacio.

Ciertamente, el progresismo que ha estado de moda en los últimos años, teóricamente de izquierdas, se ha obsesionado con la cultura de género, deconstruye el legado antropológico de Occidente sin descanso, tiende a perder el sentido de la realidad, fomenta la hipocresía, confunde el poder público con poder burocrático y se expresa con una cargante superioridad moral. Pero estas derechas frenéticas son más ruidosas, si cabe: organizan manifestaciones hiperbólicas, niegan la ciencia médica y climática, ocupan las calles con chulería, organizan berenjenales, propugnan el capricho individual por encima de las necesidades colectivas, insultan groseramente a los adversarios, y convierten los escaños parlamentarios en ruidosos e insultantes graderíos de estadios de fútbol.

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