España, 1885. Alfonso XII agoniza; María Cristina está embarazada del que sería Alfonso XIII; Cánovas, presidente de un gobierno conservador, teme un golpe republicano, así como un levantamiento carlista. Cánovas y Sagasta (líder del Partido Liberal) acuerdan afrontar esta situación crítica con un “turno pacífico” entre los dos “partidos dinásticos”, para dotar de estabilidad al régimen monárquico, que veían amenazado. Muerto el rey, Cánovas dimitió y aconsejó a la regente que llamase a Sagasta para sucederle. Este aceptó y, dos días después de morir el rey, la regente tomó juramento al gobierno de Sagasta.
Había nacido el “turno”, que estabilizó la primera Restauración, soportó el desastre del 98, posibilitó el crecimiento económico y, con él, la “edad de plata” de la cultura española. Y, cuando la dictadura la liquidó, en 1923, dicen ahora los historiadores que la Restauración no era un viejo decrépito, sino un joven con larga vida por delante.

España, 2025. El país está en un mal trance, al que le ha llevado la “banda de Sánchez”. Esta crisis, incubada desde hace tiempo, ha estallado al conocerse el informe de la UCO sobre la percepción de comisiones ilegales por Cerdán, Ábalos y Koldo García. La reacción del presidente, elusiva, pugnaz y divisoria, ha evitado la asunción de responsabilidades personales directas: no convocará elecciones, no presentará una moción de confianza, agotará la legislatura y se presentará a la reelección. Más de lo mismo, mientras el cuerpo –el cuerpo de España– aguante. Todo en aras del líder y su banda. ¿Y luego? El mañana no importa. ¡A vivir, que son cuatro días!
Que Sánchez y su banda agotarán la legislatura es seguro. Cuentan con el auxilio venal de los separatistas y el apoyo cerril de los populistas de izquierda. E intentarán después repetir la jugada con el sostén de los mismos separatistas y populistas, a los que ofrecerán en pago el impulso de un cambio constitucional de régimen, en forma de “mutación”, que diluya a España como nación y desguace su Estado, siguiendo un proceso en tres etapas y un epílogo: 1) Exaltación de la plurinacionalidad. 2) Relaciones singulares. 3) Confederación. Epílogo: Proclamación de una república confederal, previo el derrocamiento de Felipe VI.
Feijóo debe presentar una moción de censura, ir a elecciones y formar gobierno con el PSOE
No es una ensoñación. Se ha hablado sobre ello. Y hay quien piensa en potenciales ayudas, por lo que implicaría este proceso de grave desafío para la estabilidad europea. Solo falta una pregunta: ¿aguantaría impávida este desenlace abyecto, miserable y cobarde, la media España (por lo menos) contraria a él? Está por ver. Quiero creer que no. Y, precisamente por ello, algo hay que hacer para evitarlo, porque es previsible que la fractura entre españoles desembocase otra vez en un enfrentamiento abierto, diga lo que diga un Tribunal Constitucional sin auctoritas.
Hago por ello una propuesta, que fundo en la convicción de que una cosa es la “banda de Sánchez” y otra cosa muy distinta el PSOE. Se trataría de que el líder popular, Alberto Núñez Feijóo, presentase de inmediato una moción de censura con este programa: 1) Convocar elecciones generales tan pronto como la ley lo permita. 2) Formar un gobierno de coalición con el PSOE (excluida la “banda de Sánchez”), que atendiese solo cuestiones urgentes de administración ordinaria. Sería un pacto de salvación nacional. Y, al defenderlo, Feijóo no debería entrar en el cuerpo a cuerpo con Sánchez, que este buscaría.
¿Habría suficientes socialistas dispuestos a votar a favor de la moción propuesta, en defensa de su partido y para expulsar a Sánchez de la política? Habría que intentarlo. Hace poco, el “Palmerston catalán” –un separatista apellidado Turull– dijo que “en Madrid no tenemos amigos, tenemos intereses que defender”; y añadió que “hay que aprovechar las debilidades del Estado español”. Con esta gente ha pactado y pactará Sánchez. ¿Qué dicen de esto los socialistas españoles que asumen la mejor tradición de su partido? No pueden entregar España a estos enemigos. No pueden ser insensibles a este llamamiento.