Muerte a domicilio

Ver lo invisible y hacer lo imposible. Con estas palabras recibe el Mosad –servicio secreto de inteligencia israelí– al internauta que visita su web. Bajo dicho lema sobreimpreso se ofrecen imágenes que evocan una película de espías. Primero vemos a un niño jugando con un dron, luego a agentes se­cretos sin rostro, sobre el terreno. Se intercalan estas imágenes con otras de dispositivos tecnológicos, de satélites... Para acabar con una escena en la que el agente vuelve a casa y abraza al niño del dron, acaso su hijo. Las operaciones secretas del Estado asociadas al juego infantil.

El Mosad, fundado en 1949, se ha labrado una reputación excelente en lo profesional, y terrorífica por el efecto de sus misiones. En su historial se cuentan algunas míticas, desde la colaboración para capturar en Argentina al nazi Adolf Eichmann en 1960, hasta la operación Entebbe, en la que se liberó a la mayoría de las 260 personas de un avión de Air France secuestrado y desviado hacia Uganda en 1976, pasando por la operación Cólera de Dios, con la que mató metódicamente, en distintos países, a una docena de personas conectadas con Septiembre Negro, grupo autor de la matanza de atletas israelíes en los Juegos de Munich de 1972.

TEHRAN, IRAN - JUNE 15: Fire and smoke rise into the sky after an Israeli attack on the Shahran oil depot on June 15, 2025 in Tehran, Iran. Iran's foreign minister said the country would respond decisively and proportionally to a wave of attacks that Israel launched beginning in the early hours of June 13. The attacks targeted multiple military, scientific and residential locations, as well as senior government officials. (Photo by Stringer/Getty Images)

   

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Pero ha sido en los dos últimos años cuando el Mosad ha demostrado una capacidad ofensiva más precisa y letal. Concretamente, en las operaciones contra Hizbulah y contra la cúpula militar y nuclear de Irán. En la primera, desarrollada en septiembre del 2024, Hizbulah perdió a decenas de milicianos, contabilizó centenares de heridos mutilados y se quedó sin sistema de comunicaciones en plena crisis de Gaza, al estallar unos 3.000 buscasy walkie-talkies, manipulados por Israel (introduciendo en ellos explosivo detonable por control remoto). La anacrónica elección tecnológica de buscas y walkie-talkies fue decidida por la milicia Hizbulah tras desechar, por inseguros, los teléfonos móviles. Son las ironías de la vida y de la muerte. Pocos días después, el líder de Hizbulah, Hassan Nasralah, fue eliminado durante un ataque aéreo.

En la segunda operación, el día 13 de este junio, el ejército de Israel, con información del Mosad, liquidó en sedes militares, residencias particulares e instalaciones nucleares a la cúpula militar iraní (incluidos el comandante de la Guardia Revolucionaria Islámica y el jefe del Estado Mayor, entre otros), y a un selecto grupo de científicos involucrados en el programa atómico iraní. Si no se añadió a la cesta de bajas al líder espiritual de Irán, el ayatolá Jamenei, fue solo porque EE.UU. No lo autorizó. De todo lo cual se deduce que acceder a un cargo de responsabilidad militar o política en Irán significa hoy entrar en un corredor de la muerte teledirigido desde Israel. Y quien dice Irán…

Acceder a un alto cargo en Irán equivale a entrar en un corredor de la muerte teledirigido desde Israel

Este largo preámbulo no ha sido escrito a mayor gloria del Mosad, sino para constatar las avanzadas capacidades ofensivas de Israel, un país rico –su PIB per cápita es once veces superior al de Irán; su número de habitantes, nueve veces inferior–, con tecnología puntera y apoyo de EE.UU. Y para alertar sobre los variados usos de la creciente digitalización de nuestra época.

A muchos les gusta sur­fear en las redes (dejando un rastro de datos al alcance de intereses espurios), y aprovechar las ventajas de la revolución tecnológica y logística, que nos permite recibir en casa cualquier producto de factura lejana: el promedio de pedidos recibidos por Amazon a diario es ya de 12,8 millones.

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En España, cuando suena el timbre del interfono y el repartidor de turno nos anuncia la llegada de un paquete, con un vestido confeccionado en Asia o unas pizzas horneadas en el italiano de la esquina, el proceso digital y logístico tiene un final feliz, o al menos satisfactorio. En Irán, Siria, Gaza, Líbano o Yemen no suenan los timbres, a veces ni las alarmas anti­aéreas, y no se hacen encargos, pero el final del proceso digital también se materializa a domicilio y, lejos de ser feliz, puede ser mortífero. Entre otras razones porque algunos ya saben ver lo invisible y hacer lo imposible. Ahí estamos.

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