Muchos padres, que han tomado la decisión de que sus hijos no tengan
un smartphone al llegar a 1.º
de ESO, dicen que se sienten desamparados por los centros educativos en los que estos estudian. Piden que haya una política estandarizada al respecto y que se prohíba a cualquier adolescente tener móvil hasta que no cumpla los 16 años.
De otro lado, hay padres que no tienen ningún reparo en que sus hijos dispongan de uno de estos aparatos. Y en medio, las escuelas e institutos que el próximo curso no podrán hacer uso de ningún dispositivo digital, ni siquiera con fines pedagógicos, decisión con la que hay profesores que no están de acuerdo.
Ante esta situación, no queda más que apelar a respetar todas las posturas y no imponer nada a nadie. Los movimientos antimóviles esgrimen su componente adictivo y el acceso a contenidos inapropiados para avalar su prohibición. Pero para algunos padres, la posibilidad de poderse comunicarse con sus hijos en cualquier momento y viceversa es motivo suficiente para proporcionarles un teléfono.