Las cumbres de la OTAN celebradas los pasados años tuvieron como gran protagonista a Volodímir Zelenski y, por ende, la situación bélica por la que atraviesa Ucrania desde febrero del 2022 a consecuencia de la invasión rusa.
Pero pasados casi tres años y medio de un conflicto enquistado, las prioridades de las instituciones internacionales multilaterales parecen estar cambiando. En la reunión celebrada la semana pasada en La Haya, la Alianza Atlántica –para complacer a Donald Trump– rebajó la presencia del líder ucraniano a participar en la cena protocolaria, y no hubo una sesión de trabajo –como ocurrió en anteriores cumbres– dedicada al desarrollo del conflicto y a cuál debería ser la actuación aliada, más allá de expresar la consabida solidaridad y apoyo en una declaración final donde esta vez ni se menciona una eventual incorporación futura ucraniana a la OTAN. A Ucrania se le sigue garantizando solidaridad y financiación, pero ya ningún aliado habla de acercar el país a la alianza.
A este nuevo escenario ha contribuido en gran manera el papel que está teniendo el presidente de EE.UU., Donald Trump. El hombre que prometió acabar la guerra en 24 horas ha pasado sus primeros meses de gobierno humillando públicamente a Zelenski, sintonizando con los postulados del presidente Vladímir Putin –aunque ahora le critique– y solo accedió a ofrecer garantías de seguridad a Ucrania cuando Kyiv y Washington firmaron un acuerdo que permite a EE.UU. la explotación de tierras raras y que le brindará acceso privilegiado a proyectos de inversión para desarrollar los recursos naturales ucranianos.
La OTAN ya no habla de acercar el país a la alianza militar occidental
La guerra desatada en Oriente Medio entre Israel e Irán, con por primera vez la participación directa estadounidense, ha desplazado el foco mediático y político hacia esta región del mundo, siempre caliente. Un giro que ha favorecido los intereses de Rusia, como ya ocurrió también cuando estalló la guerra de Gaza en octubre del 2023. Moscú se beneficia del nuevo caos geopolítico. La escalada en Oriente Medio beneficia indirectamente a Rusia, al desviar la atención y los recursos occidentales de Ucrania. Además, un posible aumento de los precios del petróleo podría traducirse en mayores ingresos por exportaciones para Moscú.
Mientras que EE.UU. la observa cada vez desde más lejos, Ucrania confía en seguir teniendo el apoyo de Europa. Pero es consciente de que, sin las capacidades estadounidenses, su posición militar se vería muy debilitada en favor de Rusia. Europa no tiene los medios para sustituir la ayuda bélica y tecnológica norteamericana, por lo que Ucrania está supeditada a los designios de la Administración Trump.
Por ello Zelenski ha pedido que los países europeos ayuden a Ucrania con un 0,25% del PIB. Los aliados europeos han intentado, con poco éxito, ofrecerse como mediadores e insisten en la necesidad de que las partes vuelvan al ruedo de unas negociaciones que, hasta ahora, no han producido ningún avance más allá del intercambio de varios miles de prisioneros de guerra. En el Consejo Europeo celebrado la semana pasada, los estados miembros de la UE, excepto Hungría, se limitaron una vez más a pedir a Rusia que muestre “voluntad política real” para acabar la guerra e “implicarse en negociaciones significativas”. En paralelo, la UE está ultimando su 18.º paquete de sanciones contra Moscú, que incluiría fórmulas para que los ingresos energéticos rusos puedan ser más restringidos.
El conflicto en Oriente Medio entre Israel e Irán ha desplazado el foco político y mediático
Pero, mientras el conflicto persiste, los ataques aéreos mutuos parecen ya una macabra normalidad –en especial los bombardeos rusos indiscriminados con drones sobre Kyiv– y las líneas terrestres están en general estabilizadas, aunque en los últimos meses ha habido un lento pero progresivo avance ruso.
Ucrania teme convertirse en un asunto en la periferia de la agenda internacional o incluso que Washington priorice la ayuda militar a su aliado israelí antes que a Kyiv. El país se encuentra en situación límite. Su ejército está agotado, extenuado, al límite de efectivos y siempre escaso de armamento. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto un giro radical en la posición de Estados Unidos. Zelenski se ha visto obligado a tragarse varios sapos, a hacer duras concesiones al líder republicano, habida cuenta de que su posición es débil y vulnerable y sabedor de que el apoyo europeo es insuficiente no ya para que Ucrania pueda adoptar una posición de fuerza, sino para que el país sobreviva.
El mundo tiene ahora fijada la vista en Oriente Medio. Ucrania ha quedado en un segundo plano, y, además, la paz no está cerca porque la voluntad de Rusia, y probablemente la de EE.UU., no es alcanzarla a corto o medio plazo, sino cuando hayan logrado sus respectivos intereses.