En primavera, su perfume invadía el piso. En verano, impedían que el sol irrumpiera a lo bestia por la puerta del balcón. Los árboles hacían que la calle fuera más fresca que el resto de la ciudad. En otoño dejaban una estampa de colores dorados y, de hoja caduca, en invierno permitían que la luz entrara de nuevo por las ventanas. Luego me mudé junto a un parque que lo pasa mal si hay sequía, y que es el climatizador natural de la zona.

La Via Laietana reformada
Ver al menos tres árboles desde casa, tener un 30% de cobertura vegetal en el barrio y estar a 300 metros de un parque o bosque. Es la regla 3-30-300 para tener una ciudad saludable, que debería contar con 50 metros cuadrados de superficie verde por habitante. Eso rebajaría las temperaturas y el consecuente consumo de energía, proporcionaría sombra y mitigaría inundaciones. Y reduciría la contaminación, la angustia y la mortalidad prematura.
En la nueva Via Laietana no hay una triste rama bajo la que cobijarse
Científicos y expertos en urbanismo están de acuerdo en que los árboles contribuyen a crear ciudades más amables cuando el calentamiento global se intensifica. Pero las administraciones les tienen manía. En la nueva Via Laietana de Barcelona no hay una triste rama bajo la que cobijarse (ni la habrá hasta otoño). Recuerda a esa cruzada arboricida que hay en Madrid por la que se arrasa parte del patrimonio verde, se inauguran parques áridos o se ponen toldos en la Puerta del Sol tan caros como inútiles.
La excusa suele ser el subsuelo y que los maceteros entorpecerían el paso de vehículos de emergencias. Hormigón, metro, tuberías, cables, parkings que, al privatizar lo que hay debajo, convierten el espacio público de la superficie en un lugar muy distinto a lo que prometían los renders. España deberá rehabilitar su parque de viviendas para lidiar con el calor extremo porque el 90% de los edificios que habrá en el 2050 carecen de aislamiento. Y es frustrante recordar que el plan Cerdà, diseñado en el siglo XIX, contemplaba que cada manzana tuviera su propio jardín.
Las prioridades viraron hacia las plazas duras. Porque las ciudades se fijan más en los costes de cuidarlos que en los beneficios medioambientales, sociales, económicos, estéticos y de salud que proporcionan los árboles. En la era de la república independiente de tu casa, no existe la concepción de lo que sería mejor para el conjunto.