A veces todo sale mal. Y a veces todo sale muy mal. Si hubiera que elegir el accidente náutico con efectos más lesivos para el orgullo nacional, el del buque escuela mexicano Cuauhtémoc , que rompió sus tres mástiles –trinquete, mayor y mesana– al chocar el 17 de mayo contra el puente de Brooklyn, en Nueva York, sería un firme candidato.
En dicho accidente, murieron dos cadetes y se contaron 22 heridos, la mayoría de los cuales saludaban perfectamente formados sobre la arboladura de este bergantín-barca de 90 metros de eslora, en servicio desde 1982 como escuela flotante de los futuros oficiales de la Armada mexicana.

Además de las pérdidas humanas y las materiales hubo que lamentar las inmateriales. Por ejemplo, la de prestigio de la Armada mexicana, cuyo buque escuela se supone un modelo de excelencia, y en la base de cuyo palo mayor destaca una inscripción –“Por la exaltación del espíritu marinero”– que hoy suena a sarcasmo. O la carrera del capitán de la embarcación, que quizás se vaya a pique tras este incidente. O la memoria de Cuauhtémoc , el último emperador azteca, liquidado por el conquistador Hernán Cortés, tan español como los astilleros bilbaínos en los que se construyó la nave accidentada.
Si el percance fue de gravedad, su difusión lo agrandó. Fue registrado en numerosos teléfonos móviles y divulgado de inmediato. Nueva York y la condición icónica del puente de Brooklyn no hicieron sino multiplicar su impacto. El alarde naval se convirtió en oprobio nacional. Todo salió del revés. Incluso el rumbo de colisión, que se hizo marcha atrás y a una temeraria velocidad de seis nudos.
¿Cómo se recupera un país de semejante fracaso? Solo hay un modo: esclareciendo sus causas y responsables. ¿Fue la colisión fruto de un accidente o de la impericia? ¿Arrastraron al velero las corrientes? ¿Por qué no se echó el ancla? ¿Nadie supo quitar la marcha atrás? ¿Fue culpa del remolcador?
Cuando se dé respuesta a estas preguntas se podrá cerrar el duelo de México por la colisión del Cuauhtémoc y restablecer su buen nombre. Si no, habrá que esperar que el paso del tiempo y otras catástrofes entierren esta en el olvido.