Cuando el hombre más poderoso del mundo asegura que los inmigrantes haitianos se comen las mascotas de sus vecinos, cuando el partido al que en las próximas elecciones podrían votar uno de cada cinco españoles habla de expulsar a millones (y luego matiza) de extranjeros, cuando en las redes sociales en las que se informan cada vez más ciudadanos un vídeo fuera de contexto tiene más impacto que una información contrastada, cuando los pseudomedios y los algoritmos crean burbujas de eco en las que día tras día se asocia a determinadas nacionalidades con la delincuencia... el caldo de cultivo está servido. La brutal agresión de tres individuos de origen marroquí a un hombre de 68 años es una chispa en un bosque que algunos han dejado listo para arder.
Las razzias xenófobas en Torre Pacheco impulsadas desde canales de Telegram han vuelto a dejar patente lo fácil que es agitar el avispero con vídeos, listas de sospechosos o comunicados absolutamente falsos. En un mundo que se entretiene y se informa a golpe de scroll en el móvil, que salta compulsivamente de cápsula en cápsula (sea en forma de tuits, de vídeos de Instagram o TikTok o de contenidos random ofrecidos por Google Discover), resulta más imprescindible que nunca (y también difícil) hacer llegar la información y análisis rigurosos que requiere un fenómeno tan complejo como el de la inmigración o el de su integración en las sociedades de acogida.

Agitadores de redes sociales en una concentración en Torre Pacheco contra la inmigración
Es obvio que el origen de los ataques racistas como las de Torre Pacheco o los sucedidos recientemente en otros lugares del mundo no son fruto exclusivamente de los discursos simplistas o directamente de odio o de las falsedades en las redes, sino que responden también a un creciente sentimiento de agravio en los barrios con mayores porcentajes de población inmigrante.
Un periodismo responsable (que no señala gratuitamente por motivos de origen o etnia, que informa sin tabúes pero desmonta los bulos, que en lugar de exacerbar los ánimos aporta claves de análisis) no es una varita mágica capaz de erradicar prejuicios profundamente enraizados o de convertir el fenómeno de las migraciones en un camino de rosas, pero sí es imprescindible para construir sociedades más tolerantes ante los mayores desplazamientos humanos de la historia, impulsados por fuerzas sociales y económicas más poderosas que ningún muro.