Antonio Machado y Barcelona

Tal vez sea oportuno recordar desde estas páginas de La Vanguardia, tan vinculada a los últimos meses de Antonio Machado, que el próximo 26 de julio se cumplen 150 años del nacimiento del poeta.

Si Sevilla fue la ciudad en que vio la luz, Barcelona fue la última en la que vivió, tras su peregrinaje desde Madrid hasta València y Rocafort, antes de tener que marcharse al exilio, un frío 22 de enero, con su madre, Ana Ruiz, su hermano José y su cuñada Matea, en el coche que les envió el doctor Pu- che Álvarez de la dirección de Sanidad.

COLLIURE 21/07/2015 LA TUMBA DE ANTONIO MACHADO EN COLLIURE ES VISITADA CONSTANTEMENTE POR GENTE DURANTE TODO EL DIA ( AGUSTI ENSESA - LV )

  

Agustí Ensesa

El viaje hasta Cotlliure, donde tanto el poeta como su madre morirían, él el 22 de febrero y ella tres días después, fue durísimo. Antes de llegar al hotel de madame Quintana, pararon en diversos lugares. Al parecer, tuvieron que dormir en el pajar de una masía de Viladasens y en Cervera de la Marenda, en un vagón de tren aparcado en una vía muerta. A pie tuvieron que hacer los últimos kilómetros. Antonio, muy envejecido, con una bronquitis que, complicada con la neumonía, habría de causarle la muerte, apenas si se sostenía, y a su madre, que pregunta- ba si faltaba mucho para llegar a Sevilla, tuvo que tomarla en brazos Corpus Barga.

Mientras Antonio peregrinaba hasta el exilio, su queridísimo hermano Manuel se había tenido que quedar en Burgos, en zona nacional. El 18 de julio de 1936 le había pillado allí, sin poder regresar a Madrid. Había ido a Burgos para felicitar por su santo a una cuñada monja y allí fue encarcelado durante tres días, a consecuencia de la acusación del periodista de Abc Mariano Daranas, que, tras leer una entrevista de Blanche Messis en la revista parisina Comoedia, dedujo que Machado se sentía “obligado” a quedarse en Burgos y que comparaba el levantamiento militar con la guerra carlista. Tras su excarcelación no le quedó otro remedio que mostrar su adhesión a la España de Franco, tanto en sus versos como en su actitud personal, aunque cabe destacar la valentía de su artículo “El quinto no matar” (Abc , 2/IV/1946), tras el fusilamiento de Cristino García Granda, en que leemos: “Se puede morir por una idea” pero “no se puede matar por una idea”, pues “idea que empieza por matar no triunfa nunca”.

Barcelona forma parte desde el año 2020 de la red de Ciudades Machadianas

Manuel Machado estuvo en diversas ocasiones en Barcelona, alojado casi siempre en el hotel Sant Agustí de la plaza del mismo nombre. En 1909 contempló desde allí los desmanes de la Setmana Tràgica, que impidieron el viaje de luna de miel de Antonio y Leonor a la capital, para encontrarse con su hermano mayor, puesto que el tren que los llevaba a Barcelona no pudo pasar de Zaragoza.

Antonio no conocería Barcelona hasta abril de 1928, cuando estrenó Las adelfas. en el teatro El Dorado. Seguramente por entonces no imaginaba que acabaría por residir en esta ciudad. Primero en la habitación 214 del hotel Majestic –cuya lujosa suite 209 fue bautizada con el nombre del poeta– y más adelante en la torre Castañer.

Barcelona forma parte desde el 2020 de la red de Ciudades Machadianas. Con tal motivo Monique Alonso y Josep Playà publicaron en el 2021 Antonio Machado a Barcelona, la reunión de artículos del poeta aparecidos en La Vanguardia, y el Ayuntamiento dedicó a Antonio Machado una calle y una placa en el distrito de Nou Barris.

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Este año, la magnífica exposición Los Machado, retrato de familia, comisariada por Alfonso Guerra y coordinada por Eva Díaz, tras ser inaugurada en Sevilla, ha visitado Burgos y Madrid. Ojalá pudiera verse también en Barcelona. Cabe mencionar que Machado escribió con elogio sobre Barcelona en este mismo periódico (“Desde el mirador de la guerra”, 6 de octubre de 1938): “En esta egregia Barcelona –hubiera dicho Mairena en nuestros días–, perla del mar latino, y en los campos que la rodean, y que yo me atrevo a llamar virgilianos, porque en ellos se da un perfecto equilibrio entre la obra de la naturaleza y la del hombre, gusto de releer a Juan Maragall, a mosén Cinto, a Ausiàs Marc, grandes poetas de ayer, y otros, grandes también, de nuestros días. Como a través de un cristal, coloreado y no del todo transparente para mí, la lengua catalana, donde yo creo sentir la montaña, la campiña y el mar, me deja ver algo de esas mentes iluminadas, de esos corazones ardientes de nuestra Iberia. Y recuerdo al gigantesco Lulio, el gran mallorquín”.

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