La argumentación está infravalorada en estos tiempos precipitados, de pensamiento rápido, de mensajes cortos y de propaganda camuflada en eslóganes que pasan por verdades incuestionables. Son tiempos de metáforas y sobreentendidos, de discursos pelagianos, voluntaristas, que pretenden anular con hostilidad al que piensa diferente. El autoritarismo avanza.

Chéjov junto a Gorki en Yalta en 1900
Nuccio Ordine publicó un interesante ensayo sobre cómo los clásicos nos ayudan a vivir, recorriendo la literatura universal para intentar demostrar que la escritura es fundamental para fomentar el entendimiento y la compasión entre las personas. En Los hombres no son islas (Acantilado / Quaderns Crema) cruzaba culturas, épocas y estilos.
Si del Este no ha venido nunca la libertad, sí que nos ha llegado un gran legado cultural
Su lectura me ha evocado la importancia de la literatura en la cultura rusa. Si bien es cierto que del Este no ha venido nunca la libertad, sí que nos han llegado grandes autores que han incidido plenamente en el pensamiento y en la cultura europea y occidental. En la literatura y en la música.
En este sentido, pienso que la parte troncal de la cultura rusa puede considerarse europea, pero no las ideas que han pretendido y pretenden influir en la política y los modos de vida occidentales. Putin representa la fuerza deshumanizada, bruta, con la idea de recuperar un imperio que no quiere volver a depender de las decisiones radicalmente centralistas del Kremlin. Es la Rusia autoritaria, zarista primero y soviética después, que esclavizó durante siglos a los labriegos, a los funcionarios y a los disidentes. Hoy está gobernada por las elites de la nueva inteligencia, hijos de los espías de la guerra fría.
Tolstói y Dostoyevski han enriquecido la cultural universal. También Pushkin, Chéjov, Turguénev, Sájarov, Solzhenitsin, Shostakóvich, Borodín, Chaikovski, Grossman... Rusia es culturalmente europea. Tolstói y Dostoyevski eran radicalmente distintos. El primero es heredero de las grandes tradiciones épicas desde Homero y el segundo es posiblemente el más grande de los temperamentos dramáticos después de Shakespeare. No me imagino a estos dos gigantes en el ámbito de las redes sociales. Se habrían cansado de la frivolidad y la poca sustancia con que se utilizan las palabras como si fueran un estropajo para humillar al que legítimamente piensa diferente.