La indignación en el mundo por la hambruna que sufre la población civil de Gaza no deja de aumentar. Más de un centenar de personas, la mayoría niños, han muerto en ese territorio por culpa del hambre desde que estalló la guerra. El bloqueo israelí ha dejado sin alimentos a más de dos millones de palestinos. Recursos básicos como comida, agua y medicinas están siendo utilizados por Israel en Gaza como arma de guerra, según denuncian expertos y organizaciones internacionales. La hambruna no es menos mortífera que las acciones militares y, en algunos casos, aún más cruel, ya que atenta contra la vida cotidiana de los civiles.
Según la evaluación de la ONU del pasado mes de mayo, unas 470.000 personas, una cuarta parte de la población de Gaza, padecen hambre catastrófica, mientras que el resto de la población vive entre las fases de crisis y emergencia alimentaria. Ante esta cruda realidad, los residentes de Gaza afrontan una doble batalla: sobrevivir a los bombardeos y buscar alimentos. Una disyuntiva macabra: morir bajo las bombas o morir de hambruna. El hambre afecta no solo a los civiles, también a los trabajadores humanitarios de las agencias y oenegés que siguen en la franja, a los periodistas, los médicos y sanitarios, así como a sus familias. Nadie se libra.
La hambruna en Gaza es tan mortífera y más cruel que los bombardeos del ejército israelí
Ni la declaración conjunta de 25 países (incluida España) que insta al final de la guerra y la entrada de alimentos y en la que se condena la distribución de ayuda “con cuentagotas” y el “asesinato inhumano de civiles”. Ni el comunicado conjunto de más de un centenar de oenegés que denuncia la “hambruna masiva” que se vive en Gaza y exige la entrada “urgente” de ayuda humanitaria. Ni las querellas presentadas en el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU por posible genocidio. Ni las afirmaciones del secretario general de la ONU, António Guterres, que ha asegurado en el Consejo de Seguridad: “El hambre está llamando a cada puerta en Gaza. Ahora estamos viendo el último suspiro de un sistema humanitario construido sobre principios humanitarios”. Nada de todo ello ha hecho cambiar la posición del Gobierno de Israel, que, impertérrito, continúa los bombardeos e impide la llegada de ayuda básica a la población civil gazatí.
De hecho, Israel niega que en estos momentos haya un “hambre masiva” en Gaza, acusa a Hamas de provocar una escasez deliberada de alimentos y afirma que la ONU y los grupos de ayuda internacional mantienen unos 950 camiones de ayuda en la frontera que no están trasladando a ese territorio. Según Tel Aviv, la negativa de estas organizaciones a llevar la ayuda a la franja radica en su desacuerdo con los criterios aplicados por las autoridades israelíes para determinar qué productos pueden entrar en Gaza y cuáles no. Israel señala que su objetivo no es castigar a la población civil, sino impedir que Hamas utilice recursos (como alimentos y medicinas) con fines militares o como tapadera de “actividades terroristas”. El Tsahal también niega la existencia de órdenes de disparar a los civiles que buscan comida.
Israel rechaza la presión internacional y acusa a la ONU y a Hamas del bloqueo de alimentos
Israel tiene razón cuando afirma que, dentro de Gaza, pero en la frontera, aguardan casi un millar de camiones con cientos de toneladas de alimentos, agua y medicinas. Y la Unrwa, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, informó ayer que en Jordania y Egipto tiene esperando “el equivalente a 6.000 camiones”. Pero Tel Aviv calla que esos vehículos no pueden entrar porque el Gobierno israelí se lo impide, tras haber concedido en mayo a la oscura organización estadounidense Gaza Humanitarian Foundation un controvertido sistema de distribución de ayuda, que se concentra en solo cuatro puntos en el sur de la franja y que se ha vuelto catastrófico para los palestinos, un millar de los cuales han muerto en las desesperadas colas por disparos de soldados israelíes.
La hambruna, especialmente cuando es organizada, es un crimen condenable según el derecho internacional y clasificada como método de genocidio en las convenciones internacionales. El derecho internacional condena el uso del hambre como arma de guerra y lo considera un crimen contra la humanidad. Pero la hambruna es a menudo un “crimen sin autores aparentes”, lo que muchas veces dificulta el rastreo de responsabilidades legales, especialmente en ausencia de órdenes declaradas o confesiones oficiales.
Las perspectivas no son buenas. Israel retiró ayer a su equipo negociador en Doha ,y lo mismo EE.UU., en desacuerdo con la respuesta de Hamas a la propuesta de tregua que se negociaba, para un alto el fuego temporal de 60 días. Israel quiere que Hamas deponga las armas y que la franja quede desmilitarizada. Hamás sigue apostando por que la tregua sea el paso definitivo al fin de la guerra.