Mi cerebro opera a menos revoluciones que en el siglo XX y no necesariamente tiene que ver con la vejez. Durante aquella prehistoria predigital almacenaba mucha más información. Mi memoria retenía veinte números de teléfono; ahora solo sé el mío. Guardaba rutas en la cabeza de cómo llegar del punto A al punto B o descifraba mapas de papel para llegar a lugares desconocidos. Ahora recurro a Google Maps para salir a comprar el pan.
Y todo así. Fechas históricas o de cumpleaños, direcciones, simples cálculos matemáticos, citas de libros, la agenda de la semana. O, para mi trabajo, los sinónimos. Antes rastreaba mi cabeza para buscarlos; ahora voy a ChatGPT. Traducciones del español al inglés o viceversa, las hacía yo. Ya no es necesario. Sigo leyendo libros, pero menos. Las series exigen menos esfuerzo mental.
Soy, en resumen, más idiota de lo que fui (idiota significa, según la RAE, “tonto o corto de entendimiento”). El consuelo es que no estoy solo. Todos, o casi todos, somos más idiotas de lo que fuimos. Los datos lo demuestran. Leí el otro día en The Financial Times que, a escala global, la capacidad de la persona media de razonar y resolver problemas ha estado en decadencia desde el 2010. La OCDE, el club de los países ricos, dice que el alfabetismo y la habilidad numérica se están o estancando o decayendo en la mayoría de los países supuestamente desarrollados.

¿Adónde vamos a parar? ¿De vuelta a las cuevas, o a los árboles? Veremos. Pero donde el rumbo está claro es en el terreno de la política. No hay que poseer ninguna especial capacidad deductiva para verlo. Hay una correlación matemática entre el declive de la inteligencia y el auge, precisamente en nuestros países ricos, del populismo ultra. Existe una nueva ley de la ciencia: cuanto más idiota eres, más vas a votar por la extrema derecha.
¿Políticamente incorrecto? Pues una de las cosas que más detesta la extrema derecha es la corrección política, así que callados, nenes. Es tan verdad como que el sol sale por el este que la gente que menos uso tiene para el cerebro, ergo la más manipulable, es la que más vota por Donald Trump en Estados Unidos, por el Brexit en Inglaterra, por Vox en España.
Aquí entra en juego otro fenómeno del siglo XXI, otra razón por la que somos más idiotas: las redes sociales. El debate ha sido democratizado a extremos disparatados. Los “expertos” son el enemigo. Saben demasiado. Son una amenaza ahora que todo quisqui tiene una opinión, y justo ahora que la gente tiene menos criterio para opinar que nunca, o en mucho tiempo.
Cuando Vox dice que los inmigrantes nos quitan el trabajo, intenta disimular lo que hay de fondo: racismo
Se vuelve cada vez más difícil un debate basado en hechos compartidos. La gente vive en el mismo planeta, pero habita diferentes universos mentales. Es la era de la atomización digital, alentada por el anonimato en las redes y el anonimato en los “comentarios” en las versiones digitales de los diarios. Los cobardes se hacen los valientes. Tienen licencia para insultar con impunidad.
¿Quién le saca más provecho político a esta infeliz convergencia de circunstancias? Quizá le toque un día a la izquierda radical, pero de momento es la extrema derecha. Veamos el denominador común de los trumpistas, los brexiteros y los voxistas: la inmigración. Todos la temen. Genera emoción, no razonamiento, virtud que, como vemos, está cayendo en desuso.
Leo un titular en La Vanguardia esta semana que pone: “El mercado laboral supera por primera vez los 22 millones de ocupados”. Pero Vox nos dice que los inmigrantes nos están quitando los puestos de trabajo. Claro, este argumento es ante todo un intento de dignificar el miedo al outsider, al forastero. De disimular, aunque no muy bien, lo que hay de fondo, que es el racismo.
Ser estadounidense y ser antiinmigrante (la madre de Trump era escocesa; su abuelo, alemán) tiene su ironía. Como la tiene el ser español y ser antiinmigrante. Es otra señal de ignorancia; en este caso, de ignorancia histórica, ya que hasta hace no mucho España exportaba gente a países como Alemania y también Argentina, Venezuela o México. Tengo una tía que huyó de Barcelona a México a principios de 1939 cuando tenía seis meses junto (afortunadamente) a sus dos padres, ambos comunistas: doble motivo, supongo, para que Vox se oponga al plan que tiene ahora, 86 años después, de volver a vivir, y seguramente a morir, en el país donde nació.
El miedo irracional del que se nutre Vox (y también Trump) se expresa en la emoción que define nuestra época, y que Vox (y también Trump) incendia: la rabia. El sector de la sociedad que Vox atrae considera a los inmigrantes como objetos legítimos de odio. Del odio a la violencia, como nos enseña el manual nazi, como hemos visto en España en los últimos días, hay solo un paso.
Cómico, si no fuese triste, que el sentimiento antiinmigrante se extienda en España hacia los turistas. No puedo salir a la calle en Barcelona sin ver una pintada en la pared que diga “Fuck off tourists!”. Hace poco incluso vi una que ponía “Fuck off expats!”, en referencia a los que vienen aquí unos años a trabajar. ¿Cuál será el origen de tanta rabia? Los inmigrantes y los outsiders en general, sospecho, son el pretexto. Tiene que haber algo más de fondo, ya que en países como España, y en Estados Unidos y en Europa en general, las cosas no van tan mal y, en el mundo real, los inmigrantes aportan más a la sociedad de lo que restan. Nunca nada es perfecto y uno querría poder vivir mejor. Somos una especie aspiracional. Pero tanta rabia no se justifica.
Cómico, si no fuese triste, que el sentimiento antiinmigrante se extienda hacia los turistas
¿Tendrá como fuente precisamente la nada equivocada percepción de que las máquinas están robando nuestra humanidad? ¿O, para ser más exactos, nuestros cerebros, que a fin de cuentas es lo que somos? ¿Que sentimos que nos estamos idiotizando a pasos agigantados y la IA, el enemigo a las puertas, nos irá eliminando los trabajos en los que se basa en buena medida nuestra dignidad sin que haya nada, aparentemente, que hacer? ¿Se trata, en resumen, de una especie de desesperación existencial?
Algo de eso, o mucho, hay, intuyo. Y de momento en el mundo político es la rabiosa, intelectualmente vacía, tirando a anárquica extrema derecha la que está ganando adeptos. Sí, somos más idiotas que antes, pero algunos son más idiotas que otros.