La presidenta de la CE, Ursula von der Leyen, hace bien en coger un avión e irse a uno de los campos de golf que son propiedad de Donald Trump en Escocia para reunirse con él. No le queda otra que intentar cerrar un acuerdo que sea lo menos lesivo para Europa, y si para ello ha de hacer una reunión en el complejo que se ha construido el magnate americano en Europa, pues se va. Lo mismo que va a hacer el primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer, que ha pedido audiencia al emperador y le ha sido concedida.
“Me gusta vuestro primer ministro. Es más liberal que yo, pero es un buen hombre”, señaló Trump a los periodistas que le esperaban en el aeropuerto, en su habitual estilo perdonavidas. Los esfuerzos de Starmer por contentarlo parece que surten efecto.

El presidente de EE.UU., Doland Trump, jugando a golf en Escocia
La opinión generalizada que tienen los dignatarios internacionales de Trump ya se la pueden imaginar, pero el poder que otorga la Casa Blanca y especialmente la manera que tiene el presidente republicano de ejercerlo hacen que todo el mundo vaya con mucho cuidado de no ofenderle. Trump no repitió ayer aquella frase de abril pasado cuando puso en marcha los aranceles y dijo que los líderes mundiales le besaban el culo. Ayer, nada más llegar a Escocia, dedicó sus esfuerzos a pedir a los gobiernos de la UE que acaben con la inmigración –“o comenzáis a actuar o Europa dejará de existir”– y pidió la desaparición de los molinos eólicos porque destrozan el paisaje. Al parecer, algunas de esas instalaciones están muy próximas a sus campos de golf.
El drama para el mundo es que este mismo hombre es el que sostiene a Beniamin Netanyahu, que sigue su proceso de destrucción de Gaza y sus habitantes, y es incapaz de pararle los pies a Vladímir Putin en la guerra con Ucrania. Cada día descubrimos una cacicada nueva o una astracanada, como la protagonizada anteayer con el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, que hace dudar sobre sus capacidades para el cargo. Pero sigue al mando, y nadie, hoy por hoy, se atreve a toserle al emperador.