El gran acuerdo comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea anunciado el domingo por Donald Trump y la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha sido acogido con resignación entre los 27 países comunitarios. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, declaró que lo acepta pero que no le genera entusiasmo. Es lógico que así sea porque supone un triunfo de la estrategia negociadora de Trump para imponer un nuevo marco de aranceles que debe regir las relaciones comerciales de su país.
Von der Leyen, que firmó el nuevo acuerdo comercial con Trump el domingo en el campo de golf del republicano en Turnberry (Escocia), admite que el establecimiento de un arancel del 15% para las exportaciones europeas a EE.UU. no es óptimo. Pero reconoce que es el precio a pagar para evitar unos aranceles del 30%, con los que había amenazado Trump, y una guerra comercial que habría tenido consecuencias nefastas para la UE. Además, el acuerdo tiene la ventaja de poner fin a la incertidumbre que se ha vivido en los últimos meses y ofrecer un marco estable para los intercambios de bienes entre ambos bloques.
En la práctica, ese arancel general del 15% supone consolidar las condiciones comerciales vigentes ahora, desde que Trump impuso unilateralmente un arancel general del 10% (primero más elevado) que sumaba al que ya existía del 4,8%. La gran ventaja es que se equiparan también a ese 15% los aranceles del 27,5% que EE.UU. había impuesto estos últimos meses a las exportaciones europeas de automóviles, lo que supone un importante alivio, sobre todo, para la potente industria alemana de la automoción, que tiene en ese país a su principal cliente. La industria química germana, en cambio, ya ha dicho que se siente perjudicada por el acuerdo.
Europa acoge como mal menor las condiciones comerciales, que al menos dan estabilidad
Unos aranceles del 30% –han señalado asimismo los negociadores europeos– habrían puesto en peligro cinco millones de empleos en la UE. Por tanto, concluyen, ha sido el mejor acuerdo que se podía firmar en el contexto actual. Las exportaciones europeas por valor de 380.000 millones de euros que hubieran estado afectadas por un arancel del 30% a partir del primero de agosto seguirán, por consiguiente, con la penalización que ya tenían ahora. Y lo mismo se puede decir del impacto de más de 22.700 millones de euros para las exportaciones españolas hacia EE.UU. que estimó el ministro de Economía que estaban expuestas al arancel del 30%. Bruselas considera que el perjuicio ocasionado por el acuerdo es asumible por las economías del continente, aunque los sectores agrícolas de España y Francia, el aceite y el vino principalmente, pueden verse muy perjudicados. Ambos sectores ya han expresado su malestar.
Con el acuerdo, EE.UU. se asegura unos notables ingresos extraordinarios anuales que pagarán por aranceles las empresas europeas y que se suman a los que abonarán también las de Japón, Indonesia, Filipinas, Vietnam y otros países con quienes Trump ya ha llegado a acuerdos. Su intención es generalizar ese arancel, del 15% o 20% dijo, al resto de países del mundo que quieran vender sus productos a EE.UU. Además de los aranceles, Trump ha logrado de la UE, al igual que hizo con Japón, el compromiso de efectuar grandes inversiones en su país (510.000 millones de euros) y de comprarle combustibles por 640.000 millones.
El acuerdo debe acabar de concretarse en los próximos días y la UE confía aún en negociar algunos flecos, por ejemplo, reducir los aranceles del 50% que rigen sobre el acero y el aluminio comunitarios. El pacto deberá ser ratificado ahora por los Veintisiete. El canciller alemán, Friedrich Merz, y la jefa del Gobierno italiana, Giorgia Meloni, creen positivo haber evitado una escalada de la guerra comercial, que habría tenido efectos devastadores. El primer ministro francés, François Bayrou, en cambio, considera que Europa se ha “sometido” a Estados Unidos y que el acuerdo es desequilibrado. Hay que tener en cuenta que los productos americanos entrarán en Europa con un arancel cero.
La amenaza de aranceles del 30% desde agosto se reduce a la mitad, pero sus efectos preocupan igual
Trump ha hecho un buen negocio, pero ha demostrado que es un socio peligroso y poco fiable, lo que genera desconfianza hacia EE.UU. Obligar, además, a la presidenta europea a firmar el citado acuerdo comercial en uno de sus campos de golf puede considerarse, como han dicho algunos, un acto de prepotencia y humillación. Todo ello es una lección que obliga a la UE a desarrollar su gran potencial político y económico para que pueda ocupar en el mundo el lugar que le corresponde. Los europeos, como dijo también ayer el presidente Sánchez, nos tenemos que poner las pilas en todos los ámbitos, como en autonomía estratégica, la economía y las relaciones con otros países.