Fuera de foco, la guerra sigue en Ucrania

La serie de reportajes sobre la guerra de Ucrania, elaborados sobre el terreno y que La Vanguardia ha publicado estos días, muestra de manera inequívoca cuál es el estado de ánimo, los temores y las expectativas de la población civil y de los soldados que cada día luchan en inferioridad de condiciones para frenar el avance ruso y para abatir los drones que diariamente caen sobre sus cabezas y sus ciudades. La guerra de Ucrania dura ya tres años y medio y no se vislumbra en el horizonte cercano la posibilidad de que ambas partes lleguen a algún alto el fuego.

El conflicto ha pasado por numerosas fases. Ucrania ha contado desde el principio con el apoyo económico y militar de Europa, que también ha acogido a millones de refugiados de ese país. Pero el desgaste provocado por el paso del tiempo y la falta de progresos para conseguir al menos parar los combates han ido mellando las esperanzas de alcanzar la paz. Los únicos encuentros directos que, desde el inicio de la guerra, han mantenido delegaciones rusas y ucranianas –en tres reuniones celebradas en Estambul– solo han servido para pactar la liberación de unos miles de prisioneros por ambas partes.

En enero, tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, se abrieron nuevas expectativas, pues, si alguien parecía capaz de poder hacer entrar en razón a Putin, era el líder republicano, que se ufanaba de su buena relación personal con el presidente ruso. Desde entonces Trump ha intentado mediar sin éxito entre Moscú y Kyiv para hacer cumplir la promesa que lanzó en campaña electoral de acabar con la guerra en 24 horas. Pero en siete meses solo ha conseguido mantener tres conversaciones telefónicas con Putin y un intento de recomponer las relaciones diplomáticas. El lunes redujo el ultimátum de 50 días que había dado al líder del Kremlin a diez, bajo amenaza de más sanciones y aranceles secundarios. Ayer, el gobierno americano lo reiteró en el Consejo de Seguridad de la ONU: Trump quiere que Rusia y Ucrania negocien un alto el fuego y la paz antes del 8 de agosto.

La guerra de Gaza eclipsa el conflicto, lo que favorece la estrategia del presidente Putin

Putin no solo no se ha molestado en contestarle, sino que le ha desafiado abiertamente. Su respuesta ha sido intensificar los ataques aéreos contra Kyiv –ayer hubo al menos siete muertos– y otras ciudades. Ucrania combate en inferioridad de condiciones, escasa de armamento y con un ejército cansado y extenuado, falto de efectivos para realizar los relevos necesarios en el frente.

El agotamiento que sufre el país se ha traducido también en las primeras protestas masivas contra el Gobierno y el presidente Zelenski desde el inicio de la guerra, debido a la aprobación de una ley que endurecía las restricciones sobre dos agencias anticorrupción, limitando su autonomía. Los manifestantes denunciaban la deriva autoritaria del presidente, acusándole de intentar quitar poder a las únicas agencias de investigación que no controla. Presionado por la calle, pero sobre todo por la UE y el G-7, Zelenski dio marcha atrás y envió al Parlamento una nueva ley que garantiza la independencia de las agencias anticorrupción y que ayer fue aprobada por la Rada ucraniana e inmediatamente ratificada por el presidente. Con ello, Zelenski zanja su mayor crisis política interna desde que llegó al poder.

A escala geopolítica mundial, la guerra de Ucrania está quedando cada vez más fuera de foco. Es un hecho incontestable que la guerra de Gaza, en especial después de que la comunidad internacional haya visto horrorizada las imágenes de niños palestinos muriendo de hambre, es la que atrae ahora la mayor atención política y mediática. El conflicto ucraniano se mantiene enquistado y no se moverá ninguna ficha en el tablero hasta que Putin quiera, y por el momento no parece tener prisa, porque el tiempo juega a su favor. Sabe que EE.UU. está más pendiente de Netanyahu que de Zelenski, que la Casa Blanca contempla a Ucrania cada vez más lejos y que deja su defensa en manos de Europa. Y todos, ucranianos, rusos y europeos, son conscientes de que, sin las capacidades militares estadounidenses, Kyiv tiene muy difícil hacer frente a la maquinaria bélica rusa.

Zelenski cierra su peor crisis interna al devolver la independencia a las agencias anticorrupción

Ucrania ha perdido atención mediática, pero sigue siendo escenario de una guerra con efectos devastadores. Pasar a un segundo plano en las noticias o en los análisis geopolíticos no significa que la lucha en el frente oriental ucraniano y los ataques de cientos de drones y misiles rusos no sean una dramática realidad diaria. Ucrania teme convertirse en un asunto “en la periferia de la agenda internacional”, en palabras de un analista ucraniano. Occidente le sigue garantizando solidaridad y financiación, pero las promesas son cada vez más vagas. Ya ningún aliado habla de acercar a Ucrania a la OTAN, como sí hacían en el 2024, y los países de la Alianza reorganizan su rearme ante la amenaza de Rusia.

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