Visita de obras (1)

Los amantes de las obras no se pueden quejar. Barcelona vive un momento esplendoroso que David Guerrero ya resumió en tres fascículos memorables en La Vanguardia. La conclusión invitaba a la observación compulsiva: “Hay más de 330 intervenciones repartidas por toda la ciudad” (el año pasado fueron 56). Dudo de que cualquier otra actividad turística supere esta movilización, que, respetando las normas de riesgos laborales, incluye un top 3 tan espectacular como la Sagrada Família, el nuevo Camp Nou y la estación de la Sagrera.

OBRAS DEL VERANO EN BARCELONA QUE AFECTARAN A LA MOVILIDAD DE LA CIUDAD. CARRER BALMES ENTRE  PLAÇA MOLINA Y GENERAL MITRE

   

Mané Espinosa

Por deformación profesional, tengo una flaca por el vocabulario de la construcción. Si tomamos todos los conceptos que definen las 330 intervenciones en curso, el resultado es una orgía semántica y fonética. Repito la experiencia del verano pasado y visito las obras de remodelación de la calle Balmes, entre la plaza Molina y la ronda General Mitre. Como si fueran versos, memorizo conceptos como ampliación, cobertura, urbanización, rehabilitación, reforma, drenaje, pavimentación, remodelación o soterramiento. Los aplico a áreas de juego, redes freáticas, túneles, escaleras mecánicas y, evidentemente, colectores.

Las 330 obras en curso son un aliciente turístico para forasteros e indígenas

Antes de llegar a Balmes, veo que, en la calle Brusi, hay una obra en la Escuela Suiza. Es un foso cúbico de proporciones idóneas para que lo okupe Godzilla. La maquinaria no descansa y, según la lona informativa, se construye un polideportivo soterrado y el nuevo aulario de la Escuela Suiza. Aulario es el neologismo cursi que la administración inventó para, inicialmente, sustituir la denominación, demasiado honesta, de barracones.

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Visita de obras (1)

El triángulo Balmes-Mitre-Molina permite interpretaciones recreativas del nomenclátor: un filósofo católico que creía que es más fácil criticar las opiniones ajenas que sustentar las propias, un militar argentino independentista y un arquitecto, Francesc Daniel Molina, que no sé si avalaría esta remodelación. Las obras reducen la movilidad. Hay dos carriles de subida, uno de bajada y otro, inaccesible, custodiado por un grupo de operarios, que, arriba y abajo, a) conducen un autovolquete, b) barren y c) miran el móvil. Ah, y el idioma que hablan no es ni el catalán ni el castellano. Lo digo para los que enseguida repatrían a los inmigrantes.

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