Las maracas de Oasis

Ir a un concierto de masas se está poniendo difícil. Chantal Arpino, una mujer de 42 años, asesora hipotecaria de una firma británica, no quiso perderse el regreso de Oasis y se gastó 2.000 libras —2.300 euros— por dos asientos en primerísima final para ver a los hermanos Gallagher en el emblemático estadio londinense de Wembley. Cuando el espectáculo terminó, Liam Gallagher lanzó al público las maracas con las que se acompaña en el escenario, con la suerte —buena o mala, ahora se verá— de que llegaron a la zona donde estaba Aprino, que las cogió con la punta de los dedos. Quizá porque Wembley es un estadio de fútbol, el público de los asientos colindantes consideró que la asesora hipotecaria no estaba en control total de las maracas, y empezó una pugna —codazos, empujones, arañazos— por hacerse con ellas control que dejó marca. Varios medios británicos mostraron ayer las fotos de Arpino, con moratones y arañazos por todo el cuerpo. Entre esto y lo ocurrido con la Kisscam de Coldplay, irse de concierto podría empezar a considerarse actividad de alto riesgo.

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