Trump canta victoria

Donald Trump canta victoria. “¡Ya es medianoche! Miles de millones de dólares empiezan a fluir hacia Estados Unidos!”, dijo en su red social en el minuto uno del 7 de agosto, la última fecha marcada por él para la entrada en vigor de la subida generalizada de aranceles para las importaciones de casi un centenar de países. Efectivamente, desde ese momento todos los productos que quieran venderse en la primera economía del planeta deben soportar un importante aumento de los derechos de aduana, que oscila entre el 10% aplicado al Reino Unido o el 15% a la Unión Europea y Japón y el 39% a Suiza, el 35% a Canadá y el 50% a Brasil e India, entre otros países. Con algunos está aún en negociaciones. Con China, su principal socio y rival comercial, así como con México, ha abierto una tregua de tres meses para seguir negociando las bases de un amplio acuerdo comercial y económico.

Mediante la subida generalizada de aranceles, EE.UU., que en los años ochenta del siglo pasado fue el gran impulsor de la globalización y del libre comercio, vuelve a instaurar el proteccionismo vigente hace medio siglo. Ese país fue también determinante en la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que dictó las normas que debían regular el libre comercio en el mundo, una institución que Trump también desautoriza y desacredita.

La globalización ha tenido un impacto determinante en el progreso económico mundial, incluido el de Estados Unidos. El balance que hace Trump, en cambio, es que la globalización ha ido demasiado lejos y ha provocado que todo el mundo “se aproveche” de la primera economía del planeta. Por eso –afirma– hay que reequilibrar la balanza comercial, y de ahí los aranceles. El promedio de los aumentos arancelarios se sitúa en un 20%, un nivel que no se veía desde los años treinta del siglo pasado. El cambio instaurado ahora tiene, por tanto, dimensiones históricas y tendrá un importante impacto en el orden económico mundial. Cualquier país queda ahora legitimado, por la fuerza de los hechos, a actuar igual que EE. UU.

Estados Unidos ya aplica el aumento de aranceles a las importaciones de casi un centenar de países

El problema adicional es que Trump ha convertido los aranceles en un arma económica de presión política y de chantaje, que utiliza de formar arbitraria. Así, a Brasil le impone unos aranceles del 50% mientras el gobierno de Lula da Silva mantenga abierto el proceso judicial por intento de golpe de estado al anterior presidente, Jair Bolsonaro, amigo y aliado de Trump. A India le impone aranceles del 50% por comprar petróleo ruso y no abrir su mercado agrícola a EE.UU. A la UE la amenaza con subir los aranceles al 35% si no concreta las inversiones en el país americano por valor de 600.000 millones de euros que la presidenta de la CE se comprometió a realizar.

Otra de las últimas decisiones del presidente estadounidense ha sido imponer un arancel del 100% para las importaciones de chips y semiconductores, a fin de forzar que se produzcan en su país, en detrimento de Taiwan y China. Así ha conseguido que la poderosa Apple se comprometa a invertir 100.000 millones más en fabricar productos en EE.UU., para él, otra gran victoria.

Trump, para bien o para mal, se ha convertido en un factor de inestabilidad económica global, tanto para las grandes empresas como para los pequeños productores. En este sentido, por ejemplo, no ha concretado todavía si los aranceles a los vinos y licores europeos serán como en otros productos, del 15%, o no, lo que mantiene en vilo a los productores de Francia, Italia y España.

El presidente americano afirma que desde ayer “miles de millones” de dólares fluyen hacia su país

El objetivo de la nueva política proteccionista de Trump es encarecer las importaciones para impulsar la producción y venta de los productos estadounidenses, con la consiguiente creación de empleo en el país y la reducción de su elevado déficit comercial. Además, el aumento de ingresos que tendrá el Tesoro por la subida de aranceles, que Trump cifra en decenas de miles de millones de dólares –unos 50.000 millones al mes, estimó el secretario de Comercio– , le servirá para financiar la ambiciosa rebaja de impuestos que ha aprobado para impulsar el consumo interno y la actividad económica. Hasta julio, ya se han recaudado 152.000 millones de dólares extra por aranceles. Todo ello debe servir, en opinión de Trump, para hacer un país más rico, más autosuficiente y más respetado.

El riesgo es que el impacto de los aranceles en la economía estadounidense puede provocar un aumento de la inflación, ya que encarece un 18% de media las compras de los productos importados para los consumidores, y puede afectar al empleo y al crecimiento económico, dado que a muchas empresas se les encarecen sus suministros y se les reducen sus márgenes de beneficio. El experimento económico de Trump, en cualquier caso, ya está en marcha y él se siente vencedor frente al mundo.

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