El viernes se cumplió un año de la investidura de Salvador Illa (PSC) como presidente de la Generalitat, el 8 de agosto del 2024. Aquella premura, iniciado ya el periodo vacacional, por asumir el cargo y formar Govern fue una primera expresión del talante de Illa, que combina su seriedad, su mesura y su respeto a las instituciones con una férrea voluntad de relanzar Catalunya, concretada en el ambicioso objetivo de recuperar el liderazgo económico español, que en el 2017, en pleno procés independentista, le arrebató Madrid.
Pasado el primer año, está extendida la idea de que Illa ha logrado estabilizar la vida política catalana, sometida durante un decenio a las turbulencias del procés . También está extendida la idea, aunque no todas las fuerzas políticas la verbalicen, que dicho procés naufragó y es hora de abrir nuevos horizontes y recomponer la escena política, con otras prioridades. Al asumir el cargo, el president sintetizó las suyas en estas oportunas palabras: “Unir y servir”.
Salvador Illa ha sosegado la política catalana en su primer año al frente de la Generalitat
La tarea no es sencilla. En primer lugar, porque el procés forzó las costuras institucionales y sociales catalanas, generando divisiones de alargada sombra. En segundo, porque en su transcurso los antecesores de Illa en el Palau de la Generalitat hicieron énfasis en cuestiones simbólicas y no prestaron toda la atención debida a la gestión diaria. Y, en tercero, porque el PSC no dispone de mayoría suficiente: sus 42 escaños están por debajo de un tercio del total de los 135 que integran el Parlament.
Esta realidad obligó a los socialistas catalanes a buscar el apoyo de ERC y Comuns para lograr la investidura de Illa. Y, por tanto, les obliga ahora a satisfacer los pactos suscritos con ambas formaciones. El president reitera que va a cumplir la palabra dada un año atrás. Pero la diversidad de intereses políticos, reflejada en la atomización del Parlament o en las discrepancias con instituciones estatales (pese a la excelente relación de Illa y Pedro Sánchez), hace que los ritmos de cumplimiento no sean los deseados. Y, también, que la colaboración entre partidos políticos se resienta y, con ella, el ritmo de progreso del país. Aunque parezca una paradoja, la estabilidad es el requisito previo para el dinamismo que caracteriza toda acción de gobierno eficaz.
Illa tiene ya en su haber el cierre del acuerdo para el traspaso de Rodalies, con el que se espera resolver el caos de este servicio ferroviario. También el acuerdo sobre la ampliación del aeropuerto de Barcelona. Pero estos avances no bastan para contentar a quienes exigen la materialización de otros. La ley de Amnistía, acordada por el PSOE y Junts, no rige todavía para políticos como Carles Puigdemont u Oriol Junqueras, debido a las reservas de altos tribunales. Y el acuerdo para una financiación singular catalana, que fue decisivo para que los republicanos apoyaran a Illa, avanza con lentitud. Del compromiso inicial de recaudar en Catalunya, en el 2026, el IRPF correspondiente al 2025, hemos pasado al anuncio de que habría que esperar al menos hasta el 2028, dadas las limitaciones actuales de la Agència Tributària de Catalunya.
El reto del president pasa ahora por acelerar el cumplimiento de pactos y la resolución de problemas
Esto nos lleva a otras dos consideraciones. Por una parte, la urgente necesidad de ampliar los recursos de la administración y, en paralelo, de renovar y mejorar la gestión pública: la burocracia debe ser aligerada, y el funcionariado debe aspirar a la excelencia. El plan recientemente anunciado para simplificar 170 trámites digitales es una medida en el buen camino. Se trata de dar mejor servicio al ciudadano y, a la vez, de frenar el deterioro de la imagen pública, que favorece al populismo. Por otra parte, la también urgente necesidad de que la acción del Govern no sea obstaculizada por las fuerzas descontentas con el lento cumplimiento de los pactos.
La mejor ilustración de lo que decimos son los presupuestos de la Generalitat. El año pasado ya no lograron respaldo para su aprobación. Y los de este año serán uno de los caballos de batalla del Govern tras las vacaciones y pueden quedar de nuevo en el alero si la oposición considera que no se dan las condiciones para apoyarlos. Lo cual limitaría, claro, las herramientas del Govern para cumplir sus compromisos.
En un año, Salvador Illa ha demostrado ya su capacidad para revertir la muy intrincada situación que heredó. Y la marcha de la economía catalana es satisfactoria, con un crecimiento del 2,8% en el segundo trimestre de este año. Pero, estabilizada la política catalana, le queda por delante a Illa una gran labor de dinamización y de resolución de problemas, algunos tan graves como la educación o la vivienda.