Bajo el ambicioso lema “Buscando la paz”, el presidente de EE.UU. Donald Trump y su homólogo ruso, Vladímir Putin, se reunieron el viernes en Anchorage (Alaska) con el propósito de alcanzar un acuerdo de alto el fuego o que pusiera fin a la guerra de Ucrania, iniciada en febrero del 2022 a resultas de la invasión de este país por Rusia. Pocos encuentros diplomáticos recientes habrán recibido un tratamiento mediático previo similar. Y es precisamente el alto nivel de expectativa generado lo que convierte esta reunión en un fracaso sin paliativos, más para Trump que para Putin, y, claro está, para cuantos esperan que pare el conflicto y la pérdida de vidas.
Decimos que Putin ha salido mejor parado porque, gracias a la reunión, ha recuperado para él y para su país una posición y una preeminencia en la escena internacional que no les corresponden. Entre otras razones, porque estamos hablando de una persona sobre la que pesa en Europa una orden de detención por crímenes de guerra, emanada de la Corte Penal Internacional. Y también porque no cedió en ninguna de sus exigencias, empezando por condicionar el fin del conflicto a la consolidación de su poder sobre los territorios conquistados en el este de Ucrania y en Crimea. Putin controla un país con problemas económicos secundado por una oligarquía afín, pero es un tipo correoso, formado en los servicios secretos, con larga experiencia en el poder, todo lo cual le ha bastado para ganarle a Trump el pulso diplomático de Alaska.
La muy anunciada reunión de Trump y Putin en Alaska acaba sin avances para la paz en Ucrania
Trump ha salido peor parado porque su agasajo a Putin ha sido estéril. Forzó la cita afirmando que, si Putin no la aceptaba, iba a incrementar las sanciones a Rusia. Y ha salido de ella sin nada que presentar como un éxito a sus compatriotas o al mundo, ni acercarse al Nobel de la Paz que, con poco fundamento, codicia. Descartando además de momento cualquier nueva sanción contra Rusia. Y evidenciando que su costumbre de no preparar bien las cumbres y de apoyarse en equipos donde prima la obediencia sobre el talento debilita el músculo de la primera potencia mundial.
Como de costumbre, los comentarios de Trump tras la cumbre han sido autolaudatorios. El presidente norteamericano cree que la realidad se esfuma cuando él la describe a su modo. Pero no es así. Al hablar en sus redes sociales de “un día grande y exitoso en Alaska”, o decir que “el encuentro fue muy bien” y que “potencialmente salvará millones de vidas”, pretende en vano describir como triunfo lo que no lo ha sido.
El papel asumido por Trump y Putin en esta ocasión es relevante puesto que ambos se han arrogado la capacidad exclusiva para resolver el conflicto de Ucrania. Pero, obviamente, la cuestión más relevante sigue siendo el logro de la paz. La ausencia de la propia Ucrania, uno de los dos países combatientes, era un pecado original del encuentro. Y también una fuente de suspicacias respecto a la posibilidad de que Trump y Putin hayan aprovechado la ocasión para negociar sus intereses particulares, pongamos por caso la explotación del Ártico. El hecho de que no se permitieran preguntas de periodistas en la comparecencia de ambos líderes tras su encuentro no hace sino enfatizar la sospechosa falta de transparencia respecto al contenido de una charla que duró tres horas.
El presidente ruso ganó el pulso diplomático a su homólogo estadounidense
Para mañana lunes está prevista la visita del presidente ucraniano Volodímir Zelenski a la Casa Blanca. De nuevo, el presidente de EE.UU. parece dispuesto a contentar a Putin, puesto que ha pasado a primar el acuerdo de paz sobre el alto el fuego, sin el cual Zelenski prefiere no dialogar con Rusia; y se alinea además con el reparto territorial que pretende Putin, y que rechazan la mayoría de los ucranianos, tras un conflicto bélico que les han costado 400.000 bajas.
Aun así, el encuentro Trump-Zelenski de mañana es oportuno, y podría abrir las puertas a una reunión tripartita entre EE.UU., Rusia y Ucrania. También se ha demostrado pertinente la presión ejercida por las autoridades europeas sobre Trump en los últimos días, así como su posición, expresada ayer, contraria a aceptar condiciones de Putin como el compromiso de Ucrania para no pertenecer jamás a la OTAN.
Las posturas de los dos contendientes siguen siendo muy alejadas. Los contactos parece que van a seguir su curso. Entretanto, la guerra sigue el suyo en Ucrania, sin ningún género de dudas. La reunión de Alaska ya es historia: mucho ruido y pocas nueces. Y nos deja la única satisfacción de que no ha servido para consolidar las tesis anexionistas de Putin, tan contrarias al interés de Ucrania como al de Europa.