La última plaga verbal

La última plaga verbal
Escritor y enigmista

Del mismo modo que cada verano nos topamos con alguna de esas canciones pegadizas que los anglófonos llaman earworms (gusanos de oído), cada época tiene algún modismo que se pone de moda, y todos lo usan a diestro y siniestro aunque no venga a cuento, amplificado por los medios de comunicación. Pasó con sustantivos como sinergias, adjetivos como viral o verbos como gestionar, por citar solo tres ejemplos. Nunca se sabe ni quién ni dónde lo ha gestado, pero a los profesionales de la lengua (escritores, periodistas, correctores, traductores) nos toca gestionar, ay, esta plaga viral, y por eso no solo nos fijamos más, sino que intentamos combatirla enérgicamente.

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En la vasta obra periodística de Quim Monzó que conserva la hemeroteca de La Vanguardia hay un buen número de columnas que ponen el dedo en la llaga verbal del momento, en ámbitos tan celebrados como el eufemismo político (aquella “dificultad económica seria” con la que Rodríguez Zapatero eludía pronunciar la palabra crisis hasta que fue demasiado tarde) o el lenguaje políticamente correcto (los atletas y las atletas, la lista negra o el oro y el magrebí). 

Una nueva plaga verbal recorre la mayoría de las declaraciones

Una antología cronológica de sus columnas dedicadas al lenguaje permitiría establecer un cierto paralelismo entre las expresiones sobre las que Monzó puso la lupa y el pulso de la sociedad del momento. Las más insustanciales son los conectores de relleno que no significan absolutamente nada, pero que muchos interlocutores emplean como muletilla para ganar tiempo mientras piensan qué dirán. 

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En los noventa se pusieron de moda entre tertulianos y entrevistados un par de locuciones tan vacías como pretenciosas –“en base a” y “a nivel de”– que suscitaron no pocas burlas. Un cuarto de siglo más tarde, una nueva plaga aparece en la mayoría de las declaraciones, sobre todo entre deportistas, cuando se les pregunta por cualquier tipo de cuestión: “Al final”. Hoy en día no hay respuesta que no comience por un “al final”, siempre con la segunda a ligeramente alargada, ni entrevistado que se libre de la plaga finalista. Al final, quizá Fuku­yama, en vez de El fin de la historia, tendría que haber escrito Al final, la historia. Es el acabóse.

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