La guerra en las sombras

El avión que llevaba a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, a Bulgaria, en el marco de una gira por países del este europeo fronterizos con Rusia para expresarles el respaldo de la Unión Europea y presentar su plan de rearme, sufrió el domingo interferencias en su instrumental de GPS, que lo obligaron a aterrizar en la ciudad de Plovdiv recurriendo a sistemas manuales. Este incidente ha sido atribuido por fuentes búlgaras y también comunitarias a Rusia, activa desde hace más de un decenio en diversos frentes de la llamada guerra híbrida, que habitualmente se basa en medios electrónicos y se desarrolla en las sombras. Es esta una estrategia polifacética, con diversas manifestaciones, que tiene por objeto provocar inestabilidad en Europa, y se despliega en lugar de una guerra convencional, que Rusia difícilmente se podría permitir debido a sus problemas de tesorería.

Este tipo de interferencias en la navegación por GPS, que entrañan un riesgo para el pasaje y la tripulación de las aeronaves, y que el pasado fin de semana afectaron al avión de la alta autoridad europea, no son en absoluto una novedad. Desde tiempo atrás se vienen sufriendo otros ataques similares, por ejemplo, en las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania. Autoridades de estos países, y también finlandesas, noruegas, suecas o polacas, entre otras, han denunciado tales prácticas, que en ocasiones impiden los vuelos a determinados aeropuertos o dificultan sobremanera la labor, pongamos por caso, de las ambulancias helicóptero.

El avión de Von der Leyen sufrió interferencias en su sistema de GPS, que se atribuyen a Rusia

Rusia no reconoce su participación en este tipo de operaciones. Pero en el seno de sus fuerzas armadas la guerra híbrida constituye un tema muy presente y se considera un formato bélico con mucho futuro. Para Kaja Kallas, alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, no caben dudas sobre la conducta rusa en este ámbito, que incluiría ciberataques, operaciones de sabotaje en infraestructuras, agresiones físicas, campañas de desinformación, etcétera.

Rusia puede estar practicando la guerra híbrida contra Europa desde hace más de diez años, cuando empezó su ofensiva en el este de Ucrania. Y parece haberla intensificado desde el intento de invasión de dicho país que lanzó en febrero del 2022. Algunas de las acciones de mayor eco mediático serían los ataques contra infraestructuras submarinas energéticas o de telecomunicaciones en el mar Báltico; las operaciones de desinformación lanzadas en la campaña electoral estadounidense que dio el primer mandato a Donald Trump, así como la que favoreció el éxito del referéndum del Brexit en el Reino Unido, o diversos incendios intencionados; además, claro, de las interferencias en el sistema de GPS de los aviones, que se han convertido en moneda corriente en el este europeo.

La Unión Europea no puede pasar por alto estas agresiones propias de la guerra híbrida

El incidente registrado sobre territorio búlgaro, que esta vez ha puesto a Von der Leyen en la diana, tiene un muy probable carácter intimidatorio. Pero podría causar un efecto contrario a los intereses del Kremlin, puesto que prueba la existencia de amenazas que, procedentes de Rusia, se proyectan sobre Europa, y abona la pertinencia de las medidas de rearme acordadas por los socios comunitarios. Otra cosa es el tipo de respuesta política que debe dársele. Aunque si algo está claro es que no se puede pasar por alto. En primer lugar, porque Vladímir Putin, el presidente ruso, acaso interpretaría esa hipotética ausencia de respuesta como una invitación a redoblar sus ataques en las sombras. En segundo lugar, porque la guerra híbrida ha entrado en una fase de escalada y porque Rusia se comporta con mayor descaro, como pudo comprobarse la semana pasada con el ataque a la sede de la UE en Kyiv, que se presentó desde Bruselas no como fortuito, sino como “deliberado”. Y, en tercero, porque Rusia, buena parte de cuyos agentes secretos en Europa fueron expulsados tras la invasión de Ucrania, está reemplazando a estos con efectivos locales, reclutados por internet a bajo coste, y cuyo escaso grado de preparación constituye un motivo de preocupación suplementario para las autoridades y los ciudadanos de la UE.

Nada indica, pese a su reciente reunión con Trump en Alaska, que Putin tenga ahora entre sus prioridades poner fin a la guerra en Ucrania. Ni, por tanto, a sus maniobras desestabilizadoras en los países europeos que apoyan al actual régimen de Kyiv. Razón de más para que la UE defina y aplique la respuesta más adecuada a estos desafíos rusos.

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