En la contienda política actual se da cancha a argumentos de vuelo corto que logran hacer fortuna en la opinión pública sin un análisis objetivo de la realidad. Ejemplos hay un ciento, el último el de los aviones Falcon que usan el presidente del Gobierno de turno y sus ministros, así como los miembros de la Casa Real. Ha sido habitual el vituperio contra los líderes del Ejecutivo, sobre todo Pedro Sánchez, por un supuesto uso desmesurado y personal de estos aviones. Mariano Rajoy ya instó a su renovación y también el actual Gobierno, pero la decisión nunca se ha adoptado por ser impopular. Se trata de aviones antiguos –cinco de ellos se fabricaron hace más de 40 años–, que han sufrido repetidas averías. Sirva de prueba la incidencia técnica que sufrió ayer el Falcon en el que viajaba Pedro Sánchez a París, y que le obligó a regresar a Torrejón de Ardoz. La flota de aviones para el transporte de autoridades no es un lujo ni algo accesorio: es necesaria, por lo que es aconsejable su actualización con el fin de garantizar la seguridad de todos los que vuelan en ella.
Los Falcon de la discordia
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