La caída del primer ministro francés, François Bayrou, lleva al país vecino hacia un contexto de crisis política aún más profunda. El hasta ahora jefe del Gobierno, como se preveía, no logró ayer ganar la moción de confianza que él mismo había presentado al Parlamento antes de que se iniciara en octubre el debate sobre su draconiano plan de recortes, por valor de 44.000 millones de euros, propuesto dada la delicadísima situación financiera del país. Hoy presentará su dimisión al presidente Emmanuel Macron.
El resultado de la votación de ayer –194 votos a favor de Bayrou, 364 en contra– evidencia la fragilidad en que se había movido el Gobierno ahora caído, que nunca contó con los apoyos parlamentarios necesarios. Toda la oposición, desde la extrema derecha hasta la izquierda radical, le ha negado la confianza a Bayrou, pese a que este, en un dramático discurso, afirmó que el destino de Francia está amenazado “por una deuda que es una hemorragia insoportable” y que había que actuar sin demora porque “se está gestando el caos total”. Acabó sentenciando, a modo de despedida: “Pueden derrocar al Gobierno, pero no tienen el poder de borrar la verdad”.
Francia se encuentra, por tercera vez en doce meses, sin primer ministro y sin presupuesto nacional. El escenario político deja al presidente Macron en la necesidad de buscar su séptimo premier. Mientras que el centroderechista Bayrou ha durado casi nueve meses, su predecesor, Michel Barnier, de Los Republicanos, fue derrocado después de solo tres meses, cuando intentaba conseguir que su plan de presupuesto fuera aprobado por el Parlamento. El gran interrogante ahora es quién puede asumir esta función aparentemente imposible.
El rechazo del Parlamento a la moción de confianza de Bayrou agrava la crisis política
Macron podría apostar de nuevo por uno de sus leales, pero todos serían previsiblemente rechazados por una dividida Asamblea. Las posibilidades de supervivencia de un gobierno que vuelva a apoyarse en el bloque presidencial serían muy limitadas. Estos últimos días, Macron ha mirado a su izquierda intentando encontrar respaldo en la oposición socialista, y podría buscar una fórmula de consenso con el PS para encauzar la gobernabilidad tras esta nueva crisis. Ayer el líder del grupo parlamentario socialista, Boris Vallaud, dijo en la Asamblea que el PS está dispuesto a formar gobierno. “Que Macron venga a buscarnos”, le retó.
Pero ese paso estaría sujeto a condiciones específicas. Los socialistas exigen liderar un gobierno de izquierda, proponen un ajuste presupuestario con la mitad de los recortes planteados por Bayrou y piden suspender la reforma de pensiones del 2023, además de crear nuevos impuestos a los más ricos, demandas todas ellas que son líneas rojas para la coalición presidencial. El eventual ingreso socialista al gobierno podría acercar al oficialismo a la mayoría absoluta, pero Los Republicanos, que han formado parte del Ejecutivo saliente, rechazan tajantemente cualquier acuerdo de gobierno con el PS, con lo que la posibilidad de un primer ministro socialista pierde enteros. Una tercera opción sería que Macron nombrara un gobierno técnico, algo que nunca se ha producido antes en Francia y que no tendría mucho futuro.
Otra posibilidad es que Macron opte por convocar nuevas elecciones legislativas. El presidente es muy reticente a tal medida, que en cambio sí defiende el ultraderechista Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, pues su partido sería el gran beneficiado. También el expresidente Sarkozy ha pedido un adelanto electoral. Pero según los últimos sondeos publicados, celebrar nuevos comicios tampoco resolvería la crisis: la Asamblea seguiría sin mayorías estables, aunque con una progresión de la extrema derecha y una caída del oficialismo.
Los socialistas muestran su disposición a liderar el nuevo ejecutivo: “Que Macron venga a buscarnos”
La posibilidad de un estancamiento político persistente amenaza con ensombrecer los dos años restantes del mandato de Macron, quien ha insistido en que seguirá en el cargo hasta el final de su presidencia, en 2027, a pesar de las crecientes peticiones de dimisión, especialmente del líder de la izquierdista La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon. Macron siempre ha descartado la renuncia, pero a ojos de la opinión pública aparece como el principal responsable de la crisis política que sacude al país.
El futuro de Francia depende de la capacidad del Gobierno para presentar un presupuesto reducido para 2026 para controlar el déficit y recortar el gasto. Y en este contexto de crisis política, el país se prepara además para vivir tres días decisivos: una jornada de protestas impulsada a través de las redes sociales mañana día 10; la decisión de la agencia Fitch, el viernes, sobre la calificación de la deuda francesa, y una huelga convocada por los sindicatos el día 18. Crecen las voces en Francia que, más que de crisis política, hablan de crisis de régimen.