El asesinato del destacado influencer, activista conservador y trumpista Charlie Kirk, de 31 años, el pasado miércoles en un campus universitario en Utah evidencia una espiral de la violencia política en Estados Unidos. Este último suceso se suma a una cadena de atentados e intentos de asesinato que suponen una escalada de la llamada guerra cultural . Desde el asalto al Capitolio en enero del 2021 hasta el intento de magnicidio de Trump en un acto electoral, pasando por los ataques a congresistas y familiares, el país es escenario de una peligrosa deriva polarizadora que radicaliza cada vez más a la sociedad estadounidense.
Solo en los últimos seis meses se han encadenado un buen puñado de amenazas, asaltos, secuestros y asesinatos de alto perfil a figuras políticas, lo que, en un país acostumbrado a los tiroteos masivos, suma una nueva capa de temor y preocupación. Solo en el primer semestre de este 2025 ha habido en EE.UU. más de 150 ataques con motivación política, casi el doble que en el mismo periodo del 2024, que ya supuso un incremento respecto del 2023.
Estados Unidos es un país donde hay más armas que personas. La violencia política es endémica y, como decíamos más arriba, el propio Trump la ha vivido en sus carnes, pero afecta a todos por mucho que el mundo MAGA lo omita. De hecho, el pasado mes de junio, Melissa Hortman, una política demócrata de Minnesota, fue asesinada a tiros junto a su marido, y otro senador del estado y su esposa sobrevivieron a un segundo ataque.
Los asesinatos por motivos ideológicos no han cesado de aumentar en los últimos años
Insistimos: la violencia política forma parte de la historia de EE.UU., como recuerdan los asesinatos de John y Robert Kennedy y de Martin Luther King, pero tras la muerte de Charlie Kirk, Donald Trump y todo su entorno MAGA no han dudado en acusar a la “izquierda radical” de esta muerte. El presidente ha anunciado que concederá al nuevo “mártir” del trumpismo la Medalla de la Libertad, el mayor honor que se otorga a quien ha hecho contribuciones significativas a la sociedad estadounidense. A medida que Trump transformó al Partido Republicano, Kirk personificó el nuevo conservadurismo populista del partido en la era de las redes sociales, hasta el punto de que Trump ha reconocido que Kirk fue clave para movilizar el voto joven a su favor.
La detención de Tyler Robinson, de 22 años, como presunto autor del asesinato, que se entregó tras ser convencido por su propio padre, debería servir para rebajar la tensión y esta espiral de odio mutuo que divide al país. Pero Erika Kirk, la viuda del activista asesinado, en un discurso cargado de emociones, lanzó una advertencia a los involucrados en la muerte de su esposo o a quienes se alegran de ella. “No tienen idea de lo que acaban de desatar en todo el país y en el mundo. No tienen idea”, afirmó, asegurando que continuará el legado de su marido. “El movimiento que mi esposo construyó no morirá”, advirtió.
Dice el refrán que la violencia engendra violencia. La retórica cada vez más divisiva en EE.UU., alimentada por las burbujas informativas de las redes sociales y el fácil acceso a las armas de fuego –un debate eterno–, causa nerviosismo y aumenta la posibilidad de más derramamiento de sangre. Demócratas y republicanos moderados han condenado la violencia política. Incluso el gobernador republicano de Utah ha abogado por la unidad. En cambio, Trump se niega a buscar una salida común y a la unidad como forma para resolver las divisiones del país. El presidente no cesa de crear y difundir mensajes hostiles a través de sus canales de comunicación, acordándose solo de los ataques a republicanos y culpando a “los radicales de izquierda”, mientras sus seguidores alientan una “guerra”. Con sus últimas declaraciones, Trump ha dejado claro que detener al presunto asesino no era suficiente y quiere complementar la operación acabando con la izquierda.
Trump solo recuerda los ataques a republicanos y arremete contra “la izquierda radical”
Tras la muerte de Kirk, aparecieron en redes sociales numerosos mensajes y posts de la izquierda que celebraban su muerte, insinuando que había tenido lo que se merecía. Desde la derecha, las expresiones iniciales de dolor y consternación fueron reemplazadas por llamamientos a la represalia y a la venganza, lo que demuestra que la tolerancia del estadounidense a la violencia política está creciendo a un ritmo vertiginoso.
La base de una sociedad libre es la capacidad de participar en política sin miedo a la violencia. Perder eso es arriesgarse a perderlo todo. El asesinato de Charlie Kirk vuelve a dejar al descubierto la enorme fractura política que divide a Estados Unidos, un país cada vez más polarizado y radicalizado. Una nueva amenaza para una democracia que se está llevando cada vez más al límite y cuyas costuras Donald Trump no tiene ningún miramiento en deshacer.