Se lo voy a reconocer de entrada y espero que me toleren este desahogo dominical: hay frases hechas, latiguillos y formas perezosas de expresión que me atacan el hígado y me ponen de los nervios. Les pongo un ejemplo y voy luego al que me ocupa y preocupa más. El ejemplo palmario sería esa murga de “como no podría ser de otra manera”, que se cuela en discursos y artículos en los que casi siempre resulta evidente que la realidad o lo que ha sucedido podría haber sido, lo que son las cosas, de muchas otras maneras. Sí, ya sé, no es tan grave y todos recurrimos a tópicos y dichos instalados. Yo mismo acabo de hacerlo, en otra muestra del cazador cazado. Pero resulta que algunos de esos sintagmas ya casi vacíos de significado son más perniciosos que otros.
Y vayamos al que me tiene alterado, que es el uso y abuso de estar o situarse en “el lado correcto de la historia”, ese lugar que sirve tanto para intentar detener el asedio pseudomedieval (hambruna y muerte) de Gaza, como para justificar que había que ser independentista para ser un buen catalán. Hay que elegir bando y aquel en el que te colocas y enrolas te otorga la superioridad moral que les niegas a los otros, los que son cómplices y partícipes del lado malo de la historia, el bando equivocado. ¡Y que vivan los maniqueos!

La dirigentes de Podemos, Belarra y Montero, en una manifestación pro Palestina
Me tildarán de relativista, pero me resulta obvio que el lado bueno de la historia solo se conoce a posteriori –o a fortiori , si soportan que me ponga escolástico– y depende de la ideología dominante del momento, ergo, de los triunfadores que son, sigamos tirando de tópicos, los que al final escriben la historia.
Esto de que la Historia de la humanidad, así, con mayúsculas, se encamina hacia un progreso moral que nos va a hacer mejores pese a sus idas y venidas y sacudidas viene de antiguo, pero vamos a imputárselo a Hegel y a Marx, que en su El 18 de brumario de Luis Bonaparte ya sacó a la palestra pública al Viejo Topo, esa fuerza motriz de la historia, el revolucionario paciente (oxímoron donde los haya) que avanza hacia la emancipación individual y colectiva. Arnold Toynbee siguió por esa línea y hemos acabado creando una sentencia moral con la que, sobre todo líderes políticos, se arrogan lo de estar en el lado correcto de la historia. Somos los buenos…
Si nos situamos en el lado correcto de la historia, ya no hay distingos posibles ni complejidades que valgan
Lo que el ejército y el Gobierno de Israel están haciendo en Gaza es un asedio y una masacre y, por supuesto, también es una despiadada venganza tras el salvaje ataque de Hamas de octubre del 2023. Tenemos solo información muy parcial de lo que sucede en la franja, pero la suficiente como para estar asqueados y conmovidos. Y todos los motivos concebibles para pedir que se detenga esta carnicería y destrucción, que obliga a familias enteras a huir hacia ninguna parte intentando escapar donde no hay salida.
Todo es atroz e inhumano y claro está que muchos matices son posibles, pero si nos situamos en el lado correcto de la historia, ya no hay distingos posibles ni complejidades que valgan. Y lo peor es que podemos acabar siendo fanáticos gritones del estilo de las diputadas de Podemos, Belarra y Montero, que tienen el cuajo de equiparar la actitud del presidente del Gobierno español con la del líder de la oposición, pero ello es justamente otra demostración inequívoca de que cuando se elige lado y se está con los buenos, uno se impone a los demás desde su altura moral supuesta o autoproclamada.
No tuvo Pedro Sánchez su mejor día cuando dijo sentirse orgulloso de los altercados que impidieron la última etapa de la Vuelta ciclista a España, porque creo que un gobernante no puede jalear a los manifestantes ni invocar el poder de la calle. Gobernar es otra cosa y exige mayor contención y templanza. Eso sí, lo que es innegable es que una vez más ha conseguido pillar a Núñez Feijóo con el paso cambiado y que lo ha puesto en un lado oscuro del que le está siendo difícil escabullirse.
El presidente ha olido la sangre –perdón por la desafortunada metáfora– y es más que probable que esté recuperando votos frente a su principal rival, pero no debería abusar de ese estar en el lado correcto de la historia. A la larga, estas grandilocuencias retóricas acaban siendo malvadas. El lado oscuro.