Hay una célebre canción de Zoo que describe un casoplón (con piscina y jacuzzi) y subraya que a los dueños les falta un tobogán. El estribillo, mordaz y eficaz, dice: “Un tobogan, li falta un tobogan, que vaja algú i li’l pose, que està passant-ho mal”.
Ahora mismo les falta un tobogán retórico a opinadores y políticos que, durante años, han mostrado sus simpatías por Israel ante la evidencia empírica del exterminio indiscriminado en Gaza (niños, enfermos, civiles, sanitarios, periodistas). Unos eluden la palabra tabú genocidio, la sustituyen por guerra y, solo entonces, admiten algunos abusos en la violencia insoportable del ejército israelí.

Palestinos desplazados hacia el sur de Gaza
El segundo tobogán separa los actos del Gobierno de Netanyahu de lo que piensa el grueso de la sociedad israelí, capaz de mostrar su oposición a la masacre sin recibir el castigo de Alexéi Navalni, final infeliz incluido. Palestina no rima con Ucrania, pero, según las encuestas del Instituto Demográfico de Israel, el apoyo a un alto el fuego que declaran tres de cada cuatro israelíes bajaría drásticamente si no hubiera rehenes vivos en manos de Hamas.
Mientras tanto, en Gaza unos matan y otros mueren, sin proporción alguna
Al otro lado de la trinchera retórica, también lo pasan mal sin tobogán algunos de los portadores de banderas palestinas. Como los que han bloqueado con entusiasmo el recorrido de la Vuelta ciclista a España y ahora se preparan para asaltar más eventos deportivos o piro-musicales. A diferencia de lo que dice cierta prensa, obsesionada con relacionarlos con la kale borroka y el yihadismo, muchos de los que pasearon por Madrid la bandera de la sandía se llevaron las manos a la cabeza el 1 de octubre del 2017 cuando dos millones de catalanes salimos a la calle a votar, miraron hacia otro lado cuando la policía apaleó a la gente y reaccionaron igual que ahora hace Ayuso cuando, en los últimos estertores del procés, los contenedores comenzaron a arder en Urquinaona.
Todo el que opina desde un tobogán puede deslizarse hacia su piscina de prejuicios, pero entretanto en Gaza unos matan y otros mueren. Y la proporción de víctimas en un bando y en otro está tan desequilibrada que cualquier equidistancia es una vergüenza injustificable.