Barcelona, capital de la cultura global

Barcelona será a lo largo de esta semana la capital de la cultura global. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, y Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, inaugurarán, hoy en el Centro de Convenciones Internacional de Barcelona (CCIB), Mondiacult 2025, una conferencia auspiciada por este organismo dependiente de las Naciones Unidas, que se desarrollará en nuestra ciudad durante tres días, hasta el próximo miércoles, con el respaldo de las principales instituciones catalanas.

A dicho encuentro asistirán más de un centenar de mi­nistros de cultura de otros tantos países, así como numerosos participantes –en el último encuentro, que tuvo por esce­nario Ciudad de México, en el 2022, se reunieron alrededor de 2.500–, todos ellos dispuestos a debatir sobre políticas culturales y desarrollo sostenible. Está previsto que en la sesión de hoy se presente ya un primer informe mundial sobre el estado de la cultura, que hará las veces de marco de las posteriores discusiones encaminadas a definir una agenda mundial para la cultura de los próximos años.

¿Tiene sentido dedicarse a estas tareas mientras Israel perpetra un genocidio en Gaza, mientras prosigue la guerra derivada de la invasión rusa de Ucrania y mientras el mundo soporta tantos otros conflictos e injusticias? Por supuesto que tiene sentido. Y acaso tenga más que en épocas de mayor placidez.

Barcelona acoge a partir de hoy Mondiacult, la conferencia cultural que impulsa la Unesco

A todo esto, cabría preguntarse, por enésima vez, qué es la cultura. Probablemente, habrá tantas definiciones de cultura como seres humanos habitan el planeta. Pero aquí evocaremos una debida al novelista y político francés André Malraux, quien opinaba que la cultura era de capital importancia para la emancipación del ser humano, por ser una “suma de todas las formas de arte, amor y pensamiento que, a lo largo de los siglos, le han capacitado para ir dejando atrás la esclavitud”.

Además de ser un indispensable factor de formación y mejora de cada uno de nosotros, la cultura lo es también de desarrollo económico y social. Según cifras de la Unesco, la cultura aporta el 3,1% del PIB mundial, constituyendo un sector puntero en lo referido a la integración femenina: el 48% de las personas que trabajan en su seno son mujeres. Y, en un futuro inmediato, debe ser también una herramienta indispensable para luchas contra desafíos globales, entre los que destaca el de la crisis climática.

Ernest Urtasun, ministro de cultura del Gobierno español, afirma en la entrevista que hoy publica La Vanguardia que el encuentro del CCIB persigue tres fines principales. Por una parte, defender apoyándose en su diversidad el multilateralismo y los derechos humanos. Por otra, replantearse, como ya se ha apuntado, el papel de las políticas culturales ante la crisis climática. Pero también en tiempos de inteligencia artificial y de nuevos conflictos. Y, como de costumbre, apostando por la paz y por la consolidación de los derechos culturales. Por último, y frente al horizonte de la Agenda de Desarrollo prevista para el 2030, se propone también ejercer toda la presión posible para que la cultura sea un objetivo específico de dicha agenda.

Ministros de un centenar de países estarán en esta reunión, que define la política global del sector

En anteriores ediciones del Mondiacult se ha avanzado ya por la senda de la consideración inequívoca de la cultura como un derecho humano. En el transcurso de la celebrada en Ciudad de México en el 2022 se alcanzaron una serie de conclusiones entre las que figura la del reconocimiento de la cultura como un bien público global con un valor intrínseco y específico para el desarrollo sostenible. Y en otras conclusiones se mencionaba también el impacto multidimensional de la cultura en nuestras sociedades, así como la responsabilidad compartida por el conjunto de la sociedad civil, el mundo académico y el sector privado en su adecuado desarrollo.

La cultura es, ciertamente, el fruto de un esfuerzo colectivo desarrollad a lo largo de los siglos, y es también una fuente de conocimiento y disfrute abierta a todos, sin exclusiones. Todos los esfuerzos que se hagan para potenciarla, y entre ellos destaca por su relieve internacional y por la gran cantidad de voluntades que aúna Mondiacult 2025, deben ser bienvenidos. Tanto por el papel enriquecedor y central de la cultura en nuestras vidas como por el convencimiento de que una ciudadanía global más culta, más consciente de los tesoros populares, artísticos e intelectuales que están a nuestro alcance propiciaría sin duda un mundo mejor.

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