El discurso que pronunció ayer el secretario de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth, se parece más al que podía pronunciar un militar hitleriano del siglo pasado que defendía la pureza de la raza aria que el de un demócrata americano del siglo XXI. El responsable de Defensa reunió a centenares de generales estadounidenses repartidos por el mundo y les arengó para “prepararse para la guerra”. En su nuevo ejército se van a imponer los “estándares físicos masculinos”, se acabaron los gordos, los barbudos y los melenudos. También las mujeres van a tener un papel secundario y ya no vale la pena ni hablar de los transexuales, que pasan a estar prohibidos. Se acabó “el delirio de género”, según sus propias palabras.
Pete Hegseth, durante su discurso a los militares
El remate a la conferencia de Hegseth –un militar que se ganaba la vida como comentarista político de Fox News hasta que lo nombró Trump para el cargo– fueron las palabras del presidente de Estados Unidos en el mismo acto cuando dijo que las ciudades demócratas debían de ser “los campos de entrenamiento para nuestro ejército”.
La deriva de la Administración Trump hacia un gobierno cada vez más parecido a una autocracia o algo peor va cogiendo fuerza de forma paulatina ante el asombro de la opinión pública mundial. No es de extrañar por ello que el brillante historiador y periodista Timothy Garton Ash, que recibió el lunes el premio Vanguardia en la categoría de periodismo, afirme en una entrevista que publicamos hoy en nuestro diario que “Estados Unidos, bajo el liderazgo de Trump, quiere destruir la UE”.
Lo que está sucediendo a marchas forzadas en América es algo muy grave y no se aprecia ningún síntoma de rectificación o cambio. La recuperación del antiguo nombre de Departamento de Guerra que sustituye al de Defensa no es ninguna medida cosmética de cara a la galería, sino que forma parte de la nueva filosofía de Trump. Con ese nombre, EE.UU. ganó la Primera y la Segunda Guerra Mundial y, según el presidente, “al volvernos woke , pusimos el nombre de Defensa y empezamos a perder”. Así pues, un nuevo ejército con soldados puros, fuertes y machotes que deben creerse espartanos, pero que dan más miedo por las personas que los dirigen que por su propio potencial.