Nos encontramos en la mitad del plazo que Estados Unidos e Israel han otorgado a Hamas para la entrega de armas y rehenes tras el ataque de aquel infame 7 de octubre. Si la organización terrorista, apoyada desde Teherán, no accede a esa exigencia, Donald Trump ha dado “luz verde” al presidente Beniamin Netanyahu para “terminar el trabajo”: arrasar por completo la franja de Gaza, aun a costa de más víctimas civiles y de una limpieza étnica.
Los análisis de la prensa internacional sobre el ultimátum de Trump transmiten un marcado pesimismo en torno al llamado plan de paz y a la futura reconstrucción de Gaza. La gran noticia sería que Hamas renunciara a la lucha armada y entregara a los rehenes –vivos y muertos– que todavía mantiene en su poder: 48 personas.
En caso de aceptar el plan unilateral de Trump, la reconstrucción de Gaza se activaría de inmediato, condicionada a la entrega de las armas y a la destrucción de los túneles de la organización. En ese escenario, el inicio de un censo –al que podrían inscribirse los palestinos que lo deseen, incluidos terroristas que quedarían amnistiados– coincidiría con el arranque de la reconstrucción. Pero si Hamas no se pronuncia o acaba rechazando la propuesta, la señal será nefasta.
Este plan, diseñado por Trump y Netanyahu a espaldas de las Naciones Unidas, cuenta con el respaldo de “presidentes y primeros ministros”, según proclamó Trump. Incluso se contempla que Tony Blair supervise el proceso de reconstrucción. La Unión Europea, profundamente afectada en lo moral por el conflicto desatado por Netanyahu, parece haber quedado fuera, sin voz ni voto, de lo que el propio Trump calificó como “el mejor plan de paz en mil años”.
La resolución del conflicto, sin embargo, no parece viable. Los palestinos quedarán relegados y sin participación directa en la reconstrucción de su territorio, y a ello se suma el riesgo del sentimiento de venganza que inevitablemente germinará en miles de familias destruidas por la guerra.
Lo más preocupante de este plan es que otorga a Netanyahu la autorización americana para llegar hasta el final si Hamas no responde. El tiempo corre, minuto a minuto, y mantiene en vilo al mundo civilizado. Si la guerra continúa, no solo será el Israel de Netanyahu el señalado: Estados Unidos cargará con la responsabilidad última del desenlace, sea este positivo o negativo. Y llegado ese punto, la gran incógnita será: ¿quién aislará a su verdadero responsable? ¿Quién se atreverá a aislar a los Estados Unidos de Trump?