Nora se va de casa

Eva está a punto de cumplir cincuenta años. Lleva muchos casada, con un hombre que la quiere. Tienen una hija y un hijo adolescentes; llevan una vida cómoda… Pero Eva siente que le falta... ¿qué? Cuando ve a un amigo besar apasionadamente a su nueva pareja, algo se remueve en su interior. A ella también le gustaría enamorarse. O simplemente cambiar de vida… Eva se va de casa. Así empieza la nueva película de Cesc Gay, Mi amiga Eva.

Al salir del cine, empecé a recordar historias similares. La primera, claro está, Casa de muñecas (1879), en cuya última escena una mujer, Nora, que hasta entonces todos (incluidos su marido y ella misma) consideraban felizmente casada, decide dejar a su esposo e hijos.

MADRID, 18/09/2025.- La actriz Nora Navas en una escena de la película 'Mi amiga Eva'. EFE/ Filmax SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

Una escena de 'Mi amiga Eva' 

Filmax / Efe

Era algo entonces tan escandaloso que la actriz que iba a hacer de Nora en Alemania se negó a representar ese final. Ibsen tuvo que sustituirlo por otro en el que el marido arrastra a Nora a la habitación de los niños y ella se desmaya.

Cincuenta años después, que una mujer rompiera un matrimonio seguía siendo tan chocante que la neoyorquina Ursula Parrott no se atrevió a firmar con su nombre una novela sobre una divorciada. Exwife se publicó en 1929 anónimamente. Fue un best seller: el tema escandalizaba… pero interesaba. Y ha ido a más.

Recordé varias novelas de los últimos años que cuentan separaciones por motivos inconcretos: Nada que decir y Yo, mentira, de Silvia Hidalgo (Tusquets/Tránsito), Una familia moderna, de Helga Flatland (Nórdica), Astillas de Leslie Jamison (Anagrama), mi propia A mí no me iba a pasar (Ediciones B)… Un siglo y medio después, nuevas Noras siguen yéndose de casa.

Asociarse, trabar amistades, compartir proyectos… hay vida más allá de la(s) pareja(s)

¿Qué sucede luego, en esa nueva etapa que Casa de muñecas no exploraba? Tinder da la respuesta. Ya hace décadas que en Occidente reina el modelo de monogamia sucesiva : a lo largo de la vida, varias parejas monógamas de larga duración. La novedad es que ahora se alternan con periodos de lo que podríamos llamar monogamia sucesiva acelerada : emparejamientos que duran unos meses… o unas semanas… o unas horas (nocturnas).

Se hace raro pensar que hace tan solo, digamos, medio siglo, tener muchas parejas sexuales se veía como algo terriblemente excitante, aunque peligroso o prohibido. Hoy, a juzgar por lo que vemos en el filme Mi amiga Eva, o leemos en Nada que decir, o en ese libro tremendo que es La carne es triste. Por qué dejé de follar con los hombres, de la francesa Ovidie (Altamarea), la promiscuidad parece algo mecánico y un punto siniestro. Indiferencia mutua, velada hostilidad, ningún respeto… Véase, por ejemplo, el ghosting. Ya saben: dejar a alguien sin explicación alguna, simplemente bloqueándolo.

Por cierto, una amiga me contó una manera de romper que parece más amable, pero... A su hijo le había dejado la novia, notificándoselo con un watsap que daba, sí, explicaciones, pero vagas… El chico, muy triste, se lo contó a un amigo. ¡Qué casualidad!, al amigo también le había dejado su novia mandándole un watsap. Compararon los watsaps. Eran idénticos.

Lee también

Discurso de odio

Laura Freixas
El

¿Qué conclusión sacar de todo esto? En vez de respuestas, mientras caminaba de vuelta a casa se me agolpaban las preguntas. ¿Acaso la vida de nuestras madres o abuelas, tan a menudo aburridas e insatisfechas, cuando no algo peor, en sus matrimonios, era mejor­ que la de la amiga Eva? ¿Por qué parece tan difícil formar una pareja feliz? ¿La soledad no puede ser gozosa?...

Pensaba en escribir este artículo, pero me faltaba el final. Lo encontré el domingo, cuando participé en Cruza Carabanchel, un festival literario de Madrid. Allí conocí a una poeta, Magdalena Sánchez Blesa, que ha fundado una asociación contra la soledad, Te Necesitas. Y a una vecina del barrio, Carmen, que empezó pidiendo ayuda a la asociación y ahora es ella la que ayuda. Se encarga de nueve vecinas y vecinos, a quienes telefonea regularmente para ver si necesitan algo, aunque solo sea conversación. Ella misma, me contó, antes de conocer la asociación, “hablaba con la lavadora”. Asociarse, trabar amistades, compartir proyectos con nuestras conciudadanas y conciudadanos… Hay vida más allá de la(s) pareja(s).

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...