La Global Sumud Flotilla, en la que navegaban
unos 500 activistas de unas 40 nacionalidades a bordo de 44 embarcaciones y rumbo a la franja de Gaza, con el propósito de entregar ayuda humanitaria y llamar la atención mundial sobre la sostenida agresión israelí a la población palestina, fue interceptada entre la noche del miércoles y la mañana de ayer por las fuerzas armadas de Israel, cuando se encontraba a unas 70 millas náuticas (129 kilómetros) de las costas de Gaza. La flotilla se hallaba en aguas internacionales, motivo por el que la intercepción puede considerarse ilegal. Fuentes israelíes justificaron, por el contrario, que se estaba aproximando a una zona de guerra e iba a vulnerar el bloqueo.
Esta misión en apoyo a la población palestina, sometida por el ejército israelí a una constante y cruel agresión que ha causado ya más de 65.000 víctimas mortales, zarpó de Barcelona el pasado 31 de agosto. Durante su travesía, de extremo a extremo del Mediterráneo, algunas de las naves de la flotilla fueron atacadas con drones. Pero fue ayer cuando la operación se vio definitivamente interrumpida.
Ahora solo queda esperar a la deportación y repatriación de los activistas navegantes, que en algunos casos se puede producir a principios de la semana próxima, en vuelos probablemente con destino a Londres o Madrid, y en otros quizás se demore algo más.
Los navegantes, entre los que se cuentan la exalcaldesa de Barcelona Ada Colau o la activista contra la crisis climática Greta Thunberg, fueron detenidos, embarcados en una buque de gran tonelaje de la Armada de Israel y trasladados al puerto de Ashdod, al norte de la franja de Gaza, en territorio israelí. Huelga decir que el Gobierno de Israel debe dar a los detenidos un trato considerado, tal y como recordó ayer el presidente del Gobierno español.
La Armada frena la cuarentena de naves y detiene a sus tripulantes, que serán deportados
Si bien los activistas no pudieron arribar por sus propios medios al destino que se habían fijado, ni romper el bloqueo al que Israel tiene sometida Gaza por tierra, mar y aire, su protesta pacífica no debería considerarse un fracaso. Estaban en su derecho de manifestarse, y al hacerlo han dado nueva visibilidad a un operación militar que, en España, un 82% de la población considera genocidio, según un sondeo del Real Instituto Elcano, pero ante la que la respuesta institucional ha sido comedida, más allá del reconocimiento del Estado palestino decidido por países como Francia o el Reino Unido, y anteriormente por el nuestro.
La polarización política, extrema y agobiante en tantas naciones, ha facilitado una aproximación muy sesgada a esta iniciativa. Desde el Gobierno israelí ha sido vinculada, sin pruebas, al grupo terrorista Hamas. Sus organizadores han expresado su rechazo y reprobación de la política del Gobierno de Beniamin Netanyahu. En el Gobierno español la protesta ha merecido buenas palabras. Y desde parte de la oposición conservadora española se ha despachado, incluso ayer, con todo tipo de descalificaciones y chanzas.
Entretanto, los impulsores de la flotilla, que libremente se habían enrolado en ella, han redoblado sus críticas a la tibia reacción de los gobiernos occidentales, y en particular han afeado al español que la patrullera Furor , que decidió enviar para proteger la flotilla, no haya intervenido cuando esta ha sido interceptada. Pese a que era ya bien sabido que este buque tenía órdenes expresas de no adentrarse a la zona de exclusión marcada por Israel en las 150 millas y de priorizar la prudencia y la seguridad de su tripulación. Su papel era acompañar hasta donde se pudiera, no abocar a una refriega diplomática o armada.
En las últimas semanas, ha crecido la percepción global respecto a la reprobable naturaleza de la campaña de Israel que diezma la población civil en Gaza. Donald Trump presentó su propuesta de plan de paz, en la que los palestinos, una de las dos partes en conflicto, no fueron invitados a participar. Las protestas, como la que reunió ayer a miles de personas en Barcelona y en otras ciudades, igual que las que están convocadas para el fin de semana, están amparadas por el derecho de manifestación y no son objetables, siempre que no provoquen altercados, en ningún caso justificables.
Aunque no ha logrado todos sus fines, la flotilla ha ayudado a fijar la atención global en Gaza
En este contexto, la labor de la flotilla, aunque de efectos testimoniales, ha sido una iniciativa apreciable. Por más censurables que sean los métodos criminales exhibidos en su día por Hamas, ningún país que defienda los derechos humanos puede sentirse satisfecho ni solidario con la masacre que lleva a cabo el Gobierno de Netanyahu en Gaza.