Es la segunda vez que me pronuncio en este sentido. La causa es hoy el incumplimiento por el Gobierno de su obligación anual de presentar los Presupuestos por tercer año consecutivo. En efecto, el artículo 134 de la Constitución establece que: “1. Corresponde al Gobierno la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado (…) 3. El Gobierno deberá presentar ante el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior”. Ante este flagrante incumplimiento, entra en la más estricta lógica democrática que el líder de la oposición presente una moción de censura, pues el presidente del Gobierno no está obligado a presentar una moción de confianza. La oposición ha de tomar la iniciativa. Ahora bien, ¿de qué tipo de moción de censura estamos hablando?
El líder de la oposición, Núñez Feijóo, debería presentar, a mi juicio, una moción de censura en estos términos: a) Sin mendigar ni un solo voto a ningún partido populista o separatista, de derechas o de izquierdas, que exhiba de continuo un ostentoso desdén por España como nación, así como una voluntad manifiesta de desguazar su Estado. b) Anunciando, como único punto de su programa, la convocatoria inmediata de elecciones generales. c) Obligándose a que, desde su toma de posesión como presidente hasta la constitución del ejecutivo resultante de los comicios posteriores, limitaría su acción de gobierno a los asuntos estrictamente inaplazables. d) Sabiendo, de antemano, que es seguro el fracaso de la moción, pues es muy fuerte la argamasa “negativa” que cohesiona a la coalición que apoya al Gobierno.
Se trata de dar la palabra a los ciudadanos para que ratifiquen a Sánchez o abran la puerta a otro gobierno
Esta argamasa es un proyecto de demolición plurinacional. Fases: 1) Exaltación de la plurinacionalidad. 2) Establecimiento de relaciones singulares o bilaterales. 3) Mutación constitucional hacia una confederación. Epílogo: Derrocamiento de la monarquía e instauración de una República Confederal Ibérica. O sea, la consumación de la revancha de la Guerra Civil y la destrucción de España como entidad histórica y como proyecto político de futuro. Además, los miembros de esta coalición temen, con motivo, que sólo tendrán una oportunidad de culminar su proyecto, y por esta razón no darán jamás un paso atrás.
Es una situación límite, que no se suele captar como tal. Se cumple así, una vez más, una regla eterna de la historia: que cuando se aproxima un hecho decisivo, que supondrá la ruptura con el pasado y el establecimiento de un orden nuevo, la mayoría de sus contemporáneos no lo advierten hasta que ha culminado el proceso. Esto es lo que les va a ocurrir a muchos de nuestros compatriotas. Cuando se quieran dar cuenta, España ya no existirá como ámbito de solidaridad primaria e inmediata, conformado por la geografía –la península inevitable– y por la historia, en la que todos los españoles somos iguales.
Feijóo ha descartado una moción de censura al decir: “No voy a dar un balón de oxígeno a Sánchez para que le ratifiquen”. Yerra. Sería como dice si la moción de censura ofreciese un programa alternativo con intención de ejecutarlo. Pero no se trata de eso, sino de dar la palabra a los ciudadanos, para que ratifiquen a Sánchez o abran la puerta a otro gobierno alumbrado en unas elecciones inmediatas. Esta moción sería un ejercicio de la mejor democracia. Y, si se pierde, quedaría certificado el divorcio del Parlamento y los ciudadanos.
Además, hace unos días, José Antonio Zarzalejos propuso que, obturadas todas las salidas constitucionales y constatada la voluntad de atrincheramiento de Sánchez en la Moncloa, solo cabe aplicarle la terapia indirecta de convocar elecciones en todas las comunidades autónomas en que sea posible, para que los resultados territoriales sean un espejo de su fracaso. Es una propuesta inteligente, que, pienso, se vería potenciada al máximo si, previamente, Sánchez se hubiese enrocado en el Congreso con separatistas y populistas de izquierdas, para superar la moción de censura. Sería el principio del fin. El final de la escapada.
