El presidente de Estados Unidos ha ejercido, finalmente, el papel de pacificador de Gaza, en vísperas del segundo aniversario del 7 de octubre, la matanza perpetrada por Hamas que originó una respuesta implacable de Israel sobre la población gazatí. Donald Trump presentó el martes un plan de veinte puntos pactado con Israel y los mediadores habituales –Qatar y Egipto– cuyo destinatario era Hamas, a quién conminó a su aceptación, hecho que, grosso modo y de entrada, supondría un alto el fuego permanente y la liberación o entrega de todos los secuestrados –20 vivos y 28 muertos– en un plazo de días. Fiel a su estilo, Donald Trump puso un ultimátum a Hamas: o daban el sí antes del viernes o caería sobre Gaza el infierno, como si 66.000 muertos en dos años fuese una minucia.
La puesta en escena en la Casa Blanca incluyó un trágala para el primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, puesto que la propuesta estipula que los gazatíes permanecerán en la franja y no se descarta la creación de un Estado palestino. Con el detalle, no menor, de que obligó al primer ministro israelí a pedir disculpas por teléfono a Qatar por el bombardeo de los cuarteles de Hamas en Doha. Algo así como: yo soy el patrón y ni siquiera los aliados tienen opción de llevarme la contraria.
Hamas respondió afirmativamente a parte de la propuesta anteanoche, sensible al clamor unánime de toda la comunidad internacional para que aceptase un compromiso razonable que pondría fin a la guerra y, en consecuencia, daría tregua a los 1,9 millones de gazatíes exhaustos que han sobrevivido a lo que la ONU ha calificado de genocidio. Por su parte, el ejército israelí redujo significativamente ayer sábado los bombardeos y operaciones en Gaza. Y hoy está prevista una negociación bilateral en El Cairo para concertar las condiciones del alto el fuego y la liberación de los secuestrados, reclamada repetidamente por sus familiares al primer ministro israelí.
EE.UU. ha ejercido, por fin, su capacidad de liderazgo para tratar de imponer la paz en Gaza
Esta vez, el presidente Trump ha recibido un inusual aplauso de la comunidad internacional, sin apenas excepciones. Sea por ego, sea por responsabilidad, el presidente de EE.UU. se ha implicado en Oriente Medio en un momento crítico. Todo lo contrario del credo aislacionista del America first . Bienvenido sea el giro porque todos los esfuerzos diplomáticos de la ONU y la comunidad internacional no habían persuadido al Gobierno de Israel. Persuasión, dependencia o imposición, Washington ha hecho valer su fuerza para una suerte de ultimátum, en unos términos que podrán dividir a politólogos, analistas o académicos, pero que dejan al mundo –y especialmente a los gazatíes– un rayo de esperanza. El plan es ambiguo, ciertamente, pero ofrece una vía para avanzar. La historia de la región acumula negociaciones interminables y aun bizantinas que no sirven para detener una guerra inhumana y desigual.
Las próximas horas serán decisivas para confirmar que tanto Netanyahu como Hamas están por la labor de parar los combates y empezar a edificar un futuro menos sangriento. Por ahora, lo esencial es frenar la guerra, acabar con la carnicería y permitir que los gazatíes vuelvan a una vida, si no normal –dada la absoluta destrucción del enclave–, sí mínimamente segura, sin el temor a ser bombardeados.
Trump insiste en que las dos partes cumplan ya y sin dilaciones las obligaciones de su plan
Es momento para la esperanza y el deseo universal de que acabe la guerra. El sufrimiento causado es desgarrador y obliga a todos los gobiernos a aportar el máximo de apoyo a todo aquello que reporte la paz. Las movilizaciones registradas en Europa contra la guerra se repitieron ayer, con grandes manifestaciones en Barcelona y Madrid, espoleadas también por la detención de los activistas de la Flotilla, que siguen en una prisión israelí a la espera de su repatriación. Decenas de miles de españoles han mostrado en las calles su repulsa a la acción del Gobierno de Israel en Gaza y su rebelión ante lo que percibían como pasividad de sus gobiernos. Finalmente, Donald Trump ha reaccionado y ha puesto ante la mesa una salida a la guerra, factible si ambas partes renuncian a sus objetivos de máximos.
La negociación llega en vísperas del segundo aniversario del 7 de octubre, origen del conflicto. Unos cinco mil terroristas lograron penetrar en Israel a primeras horas del día para dedicarse a una cacería humana en el festival de música electrónica Supernova y en los kibutz próximos. El balance fue devastador: 1.200 muertos –entre ellos, dos ciudadanos españoles, la joven sevillana Maya Villalobo y el vasco Iván Illarramendi– y 251 secuestrados. La respuesta israelí ha dejado a su vez casi 67.000 muertos. Bienvenido sea el plan de paz de Donald Trump, sean cuales sean sus razones.