¿De qué hablará László Krasznahorkai en su discurso ante la Academia sueca, dos días antes de la entrega de los premios Nobel este diciembre? El flamante galardonado ya debe estar pensándolo y el tiempo no va a sobrarle. Quizás pueda servirle como punto de arranque el que pronunció en septiembre del año pasado, en Marrakech, al recoger el premio Formentor 2024. Allí habló de su localidad natal, Gyula, en Hungría. De cómo de niño caminaba por sus calles estrechas y se cruzaba con tenderos y vecinos: el zapatero Kerekes, el doctor Petróczky, el cura Kovrig, el pastelero Osy, el sastre Turai. Y evocó asimismo a las grandes figuras de la ciudad: el psiquiatra Soóky, el profesor Miskolczi, que renunció a su carrera para casarse con su prima... Cuando ya adulto el escritor regresó a esas calles, se dio cuenta de que la ciudad “no solo no estaba en su sitio, sino que no existía en absoluto”, y ya nadie recordaba lo que él había evocado. Un bello tributo a la ambigüedad de la memoria. ¿Seguirá en Estocolmo una inspiración parecida?
El discurso del Nobel
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