Pedro y el lobo

No, este artículo no va de Pedro, el presidente Sánchez. Interpreten el título como lo que es, el literal de una de mis fábulas favoritas. Cuando era niña, cada mañana mi abuela me acompañaba a la parada del autobús que me llevaba al colegio. Nos sentábamos en un banco cercano y yo me levantaba cada dos minutos a mirar si llegaba. Con esa mezcla de crueldad e ingenuidad de la infancia, advertía a mi abuela de que nos apresuráramos y la hacía levantarse del banco en vano pues el autobús no llegaba. Ella me reñía y yo me reía. Cada día igual. Y cada día me advertía: esto es como la fábula de Pedro y el lobo, cuando llegue de verdad, lo vamos a perder.

Me viene esto a la cabeza no solo porque pienso a menudo en mi maravillosa abuela, y en su generación, de una generosidad admirable; también cuando oigo día sí y día también la afirmación de que Vox va a rondar los 70 diputados y va a ser la fuerza más votada entre los menores de 40 años. Y lo dicen así, como si fuera un fenómeno exógeno contra el que no se puede hacer nada. Preocupación mucha, interrogación poca. La pregunta de por qué esto sucede y qué parte de responsabilidad compartida tenemos parece que no interpele a nadie.

MADRID, 14/09/2025.- Detalle de las pulseras de uno de los asistentes al evento 'Europa Viva 25', que clausura el líder de Vox, Santiago Abascal, en el que participarán por videoconferencia líderes de la ultraderecha internacional como el presidente de Argentina, Javier Milei, y representantes del grupo Patriots del Parlamento Europeo, este domingo, en Madrid. EFE/ J.J. Guillén

 

JJ. Guillén / Efe

Belén Barreiro, una de las mejores sociólogas que tenemos, sí nos explica el retrato robot del potencial votante: hombre joven, de ciudades medianas, de clase media, que trabaja, pero no llega a fin de mes. Orientado a la derecha, aunque no necesariamente de extrema derecha. Pero, como ella afirma, hay un “efecto sarampión” y se observa que Vox está creciendo entre varones de todas las edades, en ciudades de todos los tamaños, entre las rentas medias-altas y altas, y en hogares sin dificultades económicas.

Vox gana además transversalidad en clave política. Hoy es la segunda fuerza tanto en el centro como entre quienes no se identifican con ninguna ideología (donde está un tercio del electorado). Además, entre quienes se sitúan en el centroizquierda, Vox ha duplicado sus apoyos desde abril, pasando del 3,3% al 7,7%.

En el caso de Catalunya, hay que sumar a Aliança. Con votantes de perfiles muy similares, aunque con sesgos hacia rentas más altas, poblaciones más pequeñas y de interior. Podría perfectamente ser el caso que Girona sea la provincia española con más voto a la extrema derecha en las próximas elecciones, y no me lo hagan calificar…

La pregunta de por qué sube Vox y qué parte de responsabilidad tenemos parece no interpelar a nadie

Ante este fenómeno, vengo observando distintas reacciones, que ya les advierto que no tienen nada de estadísticamente significativo, pero cuyo resumen sería mucha militancia y poca duda.

Entre los votantes de derechas me encuentro varias tipologías: al desafecto (todo va mal, la política no sirve, la gente vota al partido antisistema); al enfadado (el sanchismo con Catalunya, Bildu, la ley del sí es sí , etcétera nos llevan a esto y no hay nada que hacer) y al resignado (Feijóo no está a la altura y lo hemos hecho muy mal con la dana o los incendios).

Entre los votantes de izquierdas, en cambio, suele distribuirse entre el indignado (el PP es la peor derecha de Europa y la gente prefiere el original a la copia), el elevado (es un fenómeno común en todo el mundo y da igual lo que hagamos), el radicalizado (Franco sigue vivo y estos son sus acólitos) y el empoderado (nosotros lo hacemos todo bien, da igual que seamos menos, porque tenemos la razón).

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También hay otros, pocos, pero poderosos, que son los hipertácticos: todo es una lucha entre PP y PSOE para sacar un voto más que el otro, da igual el coste, y así forzar un pacto que mantenga a España en la columna vertebral europea. Se cuentan a ellos mismos que trabajan para la centralidad.

En todos los casos da un poco igual lo que argumentes. Si por ejemplo dices “no tiene sentido que haya más franquistas hoy que hace 20 años, algo hemos hecho mal”, te miran con enfado y suspicacia. O si a otros les dices: “No entiendo cómo Mazón sigue siendo president”, también te responden airados.

Como pasó con Pedro, que al final el lobo se comió las cabritas, me da la sensación de que no estamos haciendo todo lo que deberíamos. Como decía el poeta de la inscripción que vio en las calles de Quito, “cuando buscábamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas”. Lo único que me parece verdaderamente insoportable es no querer hacérselas.

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