Macron lleva Francia al límite

Cinco días después de aceptar su dimisión como primer ministro, el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, en situación límite, volvió a encargarle la noche del viernes a Sébastien Lecornu la formación de gobierno. Una decisión sorprendente y desconcertante que evidencia las dificultades del inquilino del Elíseo para encontrar otro candidato entre las cada vez más fracturadas fuerzas macronistas y su empecinamiento en no nombrar un jefe de gobierno proveniente de las filas de la izquierda, en especial del campo socialista.

En una nueva patada adelante que evidencia su enroque político, Macron ha vuelto a apostar por su fiel colaborador al comprobar la enorme división entre los partidos políticos, incluidos los del bloque macronista. Tras los contactos que el presidente mantuvo el viernes con las formaciones políticas, excepto la ultraderecha y la izquierda radical, no existe ninguna garantía, como ya ha sucedido en ocasiones anteriores, de que el nuevo gobierno, que debe estar constituido mañana lunes, pueda salir adelante y no caiga por una nueva moción de censura.

Lecornu debe presentar mañana un presupuesto, y la oposición amenaza con censurar su gobierno

A Macron, sin mayoría en la Asamblea Nacional y con duras críticas tanto de la oposición como dentro de las propias filas centristas –incluso con alguna petición de dimisión–, apenas le queda margen de maniobra. Ha vuelto a optar por Lecornu
–que hace tres días declaró que su misión “había terminado”– porque no le quedan alternativas y porque se mantiene en su decisión de no convocar unas elecciones anticipadas que le dejarían aún más debilitado y confirmarían, según los sondeos, la subida del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, y de las que posiblemente tampoco saldrían unas mayorías parlamentarias que permitieran gobernar.

La decisión de apostar de nuevo por Lecornu no ha gustado ni a los partidos macronistas, alguno de cuyos líderes tiene puesta ya la vista en las elecciones presidenciales del 2027 a las que sopesa presentar su candidatura, y se mueven más por criterios puramente de partido o personales que de país. Y la derecha de Los Republicanos ya ha avanzado que no estará en el nuevo gobierno, cuando sí lo estuvo en los anteriores.

El objetivo que persigue Macron es que el nuevo ejecutivo –cuya composición negocia Lecornu contra reloj para que pueda quedar constituido el lunes por la mañana– tenga el respaldo suficiente para no sucumbir a una moción de censura y para poder aprobar unos presupuestos que Francia necesita desesperadamente para afrontar los ajustes por su delicadísima situación económica. Para lograr apoyos en las filas de la izquierda, especialmente de socialistas y ecologistas, Macron estaría dispuesto a algunas concesiones, como retrasar la aplicación de la reforma de las pensiones del 2023 –que elevó de 62 a 64 años la edad de jubilación–, pero la oposición las considera demasiado tímidas. Por el contrario, si hace esas concesiones podría enfadar a aliados centristas clave, que lucharon arduamente para lograr esa reforma.

El vodevil político que vive el país agota a la ciudadanía: crecen el malestar y la desafección

Lecornu, nombrado premier el 9 de septiembre, tardó tres semanas en formar un gobierno que se vino abajo de la noche a la mañana por discrepancias entre sus socios. Ahora tiene menos de 48 horas para componer una lista de ministros con mínimas garantías de ser avalada por la Asamblea Nacional. Su agenda es, por tanto, apremiante. Mañana debe presentar un proyecto de ley presupuestaria al Parlamento, después de que sea analizado por el nuevo Consejo de Ministros. Lecornu no ha revelado detalles sobre el contenido del borrador presupuestario, pero tras su dimisión señaló que el déficit público debe reducirse a entre el 4,7% y el 5% del PIB. Se prevé que el déficit alcance el 5,4% este año.

El premier, que se autodefine como un “monje soldado”, tiene la difícil misión de buscar una mayoría parlamentaria que dé luz verde a los presupuestos para el 2026. Se ha comprometido a no aprobarlos por decreto, en lo que se entiende como una mano tendida a la oposición. Pero la extrema derecha, la izquierda radical y los comunistas ya han adelantado que apoyarán una moción de censura, y los socialistas tampoco han garantizado un apoyo al nuevo ejecutivo si no hay cambios sustanciales en la reforma de las pensiones.

El desconcierto, el cansancio y el malestar han marcado el último año y medio de vodevil en que se ha convertido la política francesa, marcada por la inestabilidad e ingobernabilidad. La consecuencia es que la ciudadanía ha aumentado su desafección, a lo que contribuye la cada vez más difícil situación económica. En este momento nadie puede aventurar cuánta vida tendrá el nuevo gobierno que Lecornu debe presentar mañana, junto con un proyecto de presupuestos.

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