El brindis de Morante a Abascal

Análisis

Ningún torero suele mojarse fuera de lo suyo y hasta en eso Morante de la Puebla ha sido todo personalidad de modo que brindó el último toro de su carrera -¡y qué carrera!- a Santiago Abascal en la corrida del 12 de octubre de Madrid, que fue todo menos una corrida cualquiera. Sin avisar a nadie, como el toro que le encunó al principio de la faena para pegarle un costalazo impresionante, Morante de la Puebla cogió la muleta, visiblemente conmocionado, hizo una faena con los pases justos, la estocada perfecta y concedidas las dos orejas se plantó en el centro de Las Ventas para cortarse la coleta, entre lágrimas que se fueron extendiendo a los 22.000 espectadores. Si esto fuera fútbol, imaginen a Messi anunciando por sorpresa su retirada en el Camp Nou después de golear al Real Madrid…

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El torero Morante de la Puebla 

Borja Sánchez-Trillo / EFE

La retirada apoteósica de Morante de la Puebla y ese brindis a Abascal entran de lleno en la polarización que vive España, mal que nos pese a los aficionados que nunca votaremos a Vox y que llevamos años alertando –sin éxito, obviamente- de que las campañas animalistas y de la izquierda del PSOE contra los toros terminarían por ser un bumerán. Nunca ha habido tantos jóvenes en las plazas como en esta temporada que ayer se cerró con final de película en Las Ventas, cuya puerta grande vio salir a hombros a un mito del toreo porque Morante de la Puebla, como Curro Romero en su día, encarna unos valores artísticos y personales donde todo es autenticidad. Y lo auténtico no abunda en tiempos de postureos.

El gesto de Morante a las 19,37 minutos de la tarde entra en la historia de un espectáculo que no solo se resiste a desaparecer –y eso que la España del hambre ya no existe- sino que está yendo a más porque muchos ciudadanos están hartos, fatigados y picados porque se les diga qué espectáculos les convienen y cuales no. Las cifras de asistencia de esta temporada apuntalan esta reacción, bonita o fea, moral o inmoral, pero que está ahí, como el crecimiento de Vox, el partido más rotundo en la defensa de algo que muchos prohibirían.

Dolorido, llorado y agigantado, Juan Antonio Morante de la Puebla salió a hombros de Las Ventas, como salió la penúltima corrida de toros celebrada en Barcelona, 24 de septiembre del 2011, una prohibición inconstitucional que, como tantas prohibiciones, tiene ahora su contrarreforma. Morante nunca se ha escondido ante quienes querrían prohibirle su profesión que ha interpretado artísticamente como pocos. Aquí, a diferencia del teatro, se muere de verdad. En susa malas tardes, que han sido muchas, y en las tardes de gloria como la que ayer dio a esa media España que se resiste a las prohibiciones y las lecciones de moral. Gracias por tanto, torero.

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