Yo tuve un sueño

LA MIRADA PORTUGUESA

Yo tuve un sueño: que una mujer negra, inteligente y preparada era presidenta de EE.UU. y abría nuevos horizontes al mundo. No ocurrió. Yo tuve un sueño: que, acosada por una serie de escándalos, la extrema derecha portuguesa se desinflaba en las elecciones generales del 18 de mayo. Chega (Basta), el partido de esta corriente, quedó segundo, con el 23% de los votos y 60 escaños, superando a los socialistas. Yo tengo un sueño: las amplias manifestaciones que han recorrido las calles de tantas ciudades europeas, defendiendo a los palestinos, parecen afirmar la potencia de una mentalidad distinta, más humanista. Pero, en este momento, sé que, si pusiéramos las urnas, saldría otra cosa.

Me he apeado de Rocinante; he hablado con jóvenes; mi trabajo me ha llevado a Francia, donde hay una cadena informativa de televisión, CNews, que canta las ideas de la nueva derecha a todas horas. Y les traigo noticias que no parecen buenas, pero son reales. La nueva derecha no es una forma de ignorancia (aunque en ella hay mucha ignorancia, como en la izquierda, por cierto); no es el resultado de la manipulación de las nuevas redes informativas (aunque estas redes sean usadas sin escrúpulos por esta tendencia política); no es ya sencillamente un voto de protesta, sino una visión del mundo occidental y una forma de esperanza.

LONDON (United Kingdom), 01/10/2025.- Anti-immigration protesters from the 'Pink Ladies' group demonstrate outside Downing Street in London, Britain, 01 October 2025. Protests by far-right groups against the government's use of hotels to house migrants have been increasing across the UK in recent months, with counter-protests also taking place. (Protestas, Reino Unido, Londres) EFE/EPA/TOLGA AKMEN

  

TOLGA AKMEN / EFE

“Hasta aquí hemos llegado, amigo Magalhães”, me comentarán muchos lectores. Y yo les pido un poco de paciencia: escaneemos al votante facha, para ver qué hay dentro. Durante los inicios de este siglo, él estuvo a nuestro lado, observando como Occidente se dejaba llevar por una globalización que no nos benefició, defendida, no obstante, por nuestros gobernantes. Estuvo a nuestro lado cuando los desfalcos planetarios del 2008 los pagaron las personas, a través de los estados, para salvar a muchos bancos. Es probable que algunos de estos votantes se sentaran en la Puerta del Sol, en el 2011, protestando desde la izquierda.

Pero ha habido un hecho que lo ha cambiado todo. Los países occidentales, debilitados por la globalización y timados por el dinero sucio, descubrieron que casi nadie se había preocupado en asegurar la renovación demográfica. Se había luchado por muchas cosas en el terreno de la sexualidad, pero no por esa, quizá la más evidente. Después del agujero de las hipotecas, había una brecha en la población, conocida líricamente como “invierno demográfico”. ¿Cuál era la solución según los políticos del establishment? Importación masiva de migrantes. Y fue en ese momento que el actual votante facha se dio cuenta de que, ya hace mucho tiempo, le estaban haciendo añicos su país. Y fue él quien dijo esta vez: “Hasta aquí hemos llegado, partidos tradicionales a los que suelo votar”.

De hecho, los políticos progresistas, de centro y conservadores no han previsto el daño que el mundo global ha hecho a las clases medias europeas; no han comprendido que la renovación demográfica es vital y que las migraciones descontroladas tienen consecuencias de todo tipo; no han captado que las reglas del mundo islámico, la célebre sharía, son distintas a las nuestras y tienden a crear situaciones de tensión. No han entendido estas y otras cosas.

El voto a la extrema derecha no se moverá de ahí mientras no se atienda a los graves problemas reales

Y ahora veamos todo lo que hay de muy negativo en esta nueva derecha: reina en ella un frenesí obsesivo, que se retroalimenta en los medios que propagan sus ideas, una obsesión que instala en las personas un belicismo capaz de todo; deshumanizan a sus rivales, que tienden a ver como puras manifestaciones del mal; para ellos, lo que ha pasado en la franja de Gaza es comprensible: se trataba de la supervivencia de Israel; aunque defienden las raíces judeocristianas de Occidente, no se sitúan, de ningún modo, en la dimensión más amante, más suave de los Evangelios, lo que los transforma en creyentes inquietantes, con rasgos de fundamentalismo. Por fin, conectan con algunas de las dimensiones más negras del pasado de cada uno de los países en que se afirman, y en ese sentido algo tienen de un poltergeist de los fantasmas más siniestros de la historia. No es poca sombra la que se trae la nueva derecha.

En el siglo pasado, uno discutía con un sobrino comunista; hoy se debate con un sobrino facha. El sobrino comunista de antaño proclamaba espejismos como la “dictadura del proletariado” o “la sociedad sin clases” y, a veces­, se metía en líos sangrientos abominables como las Brigadas Rojas. Pero­ los países de Europa occidental captaron el deseo de más justicia social que latía en esas tendencias y se crearon condiciones de vida dignas para la clase trabajadora, sin que nadie acusara a los gobiernos que lo hacían de enmarcarse en un ideario marxista.

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A view shows a billboard of Andre Ventura, leader of Portugal's far-right political party Chega, which reads:

Ahora, hay que actuar de manera semejante: a pesar de los dislates que proclama la nueva derecha, existe en ella una preocupación genuina por el destino de Occidente y un deseo de superar una gran falta de lucidez que ha marcado estas últimas décadas. Por eso, esa nueva derecha sigue creciendo. Y ese voto no se moverá de ahí mientras no se atienda a problemas que las personas sienten en la piel de su vida cotidiana.

El sueño que me queda es que los partidos tradicionales hagan autocrítica, no solo en temas evidentes como la corrupción, sino en lo que se refiere a la creación de una visión lúcida, honrada de Occidente. Solo eso irá desinflando, poco a poco, a la extrema derecha, cuya verdadera fuerza reside en nuestra incapacidad de dar respuesta a graves problemas reales que están ahí.

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